Voltaire, el pensador cegado por la luz devoradora

Si hay que fijarse en las tendencias, podemos deducir que la inmortalidad es irrelevante, ya que nuestra era sin frenos es ideal para el triunfo absoluto del momento.Esto afecta la aceptación del pasado, y Los grandes iconos del panteón se resumen en una obra o en innumerables frases, algunas de las cuales son inventadasSegundo. Voltaire (1694-1778) es un buen ejemplo. Si alguien menciona «el flagelo del cristianismo» en una conversación culta, lo más normal es citar a Cándido y defender cualquier punto de vista aunque haya desacuerdo.

¿Había algo más detrás de este pensador francés? en realidad. Martín Domínguez (Madrid, 1966), escritor y ensayista que volvió a la polémica en 2007 con la publicación de una novela sobre los últimos días del filósofo Una apasionante biografía donde la fascinación del autor por su propio personaje no distorsiona el marco del libro.narrativa fresca y metodología rigurosa.

hijo de tiempos convulsos

Si eliminamos la comunidad de Voltaire, encontramos Su hijo de ese siglo estaba demasiado influenciado por antecedentesEl joven François-Marie Arouet (su verdadero nombre) nació en una familia adinerada de padre notario, y nunca se sintió completamente a gusto en ningún otro lugar que no fuera su propia piel.

Francia bajo Luis XIV no fue el mejor país para desarrollar la libertad de expresión. Una personalidad que se resiste a las reglas e imposiciones como nuestra protagonista tiene solo dos opciones: O aceptas la realidad o la combates con astuta rebeldía.Voltaire, esa fue su agridulce victoria, quiso combinar las dos estrategiasTanto la vanidad como la pura inercia de la época treparon a lo más alto a través de una serie de gastados mecanismos, entre ellos el teatro, que aún domina tras ecos del no tan lejano Siglo de Oro francés entre Racine, Molière y Corneille Status, en cuya mesa ganó la alabanza.

Vivir en varias etapas fuera de Francia le abrió la mente para ver la diversidad religiosa del norte de Europa, el auge de la ciencia en Inglaterra y una atmósfera cada vez más inclinada a la razón, germinando con el auge de la Ilustración. padres lámpara Veneraban a Voltaire como un dios lejano porque, entre otras cosas, no podía dedicarse a ningún grupo por su fuerte individualismo.Su esencia se basa en varios factores, desde un instinto de supervivencia colmado de grandes riquezas tras la quiebra, hasta una conciencia única e incomprendida.

individualismo mal entendido

Es único en su clase, y es fácil mostrarlo en salones, ensayos y actitudes. No es ortodoxo en el amor, y su principal apoyo emocional proviene de su sobrina, con quien vive desde hace muchos años en Ferney, en la frontera suiza. Le hubiera gustado ser admirado por su hazaña de abrazar la independencia creativa, pero sus compañeros lo vieron como un provocador abierto con tolerancia a la contradicción.pues podía sin renunciar a ser apóstol del ateísmo, bajarse los pantalones y buscar el elogio de muchos palacios, como el de Federico II en Prusia o el de Luis XV.

¿Quiere revolucionar la monarquía poniéndose en su contexto?La posibilidad es tentadora, pero la realidad es Cuando se agotaron todas las puertas abiertas de Versalles repartidas por toda Europa, Voltaire se quedó solo, obligado a inventarse su propio reino.si eres un poco Giacomo Casanova: No fue en vano, uno de los momentos más épicos de ese siglo fue la conversación entre ellos dos, los príncipes del mañana en PeriodistasdeGénero, sobre lo que vendría todavía. hacer la vista gorda.

El gran triunfo de los dos es catapultarse a un territorio sin precedentes.Pasaron los siglos y sus logros quedaron desdibujados por otro destello de modernidad: el papel devoraba al artista.Casanova, un iniciador en primera persona muy fuerte, sigue siendo un seductor, mientras que Voltaire vio empequeñecida su grandeza por su entrada en los clásicos, grandiosa, grabada muchas veces en público Y obligado a aparecer en el estante sin el poder de revertir el horror de leer aquellas páginas antaño, sedado por tantos regalos a los muertos, tarde a su dignidad en la tumba, lo revivió gravemente en la leyenda.

flagelo del cristianismo

En su lecho de muerte, se le pidió a Voltaire que renunciara al diablo, y él respondió: «Ahora no es el momento de hacer enemigos». El pensador no se consideraba ateo, sino deísta, pero arremetió contra el cristianismo, al que definió. como “un monstruo que desgarra a los seres humanos, volviéndolos estúpidos sin devorarlos.” ​​Así, su concepción religiosa adoptó “un hombre sin dogma, ni sacerdote, sin coerción alguna, con gran valor humano”.

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