Una revolución educativa donde la tecnología y la universidad van de la mano

Son las 7:41 de la mañana de un miércoles y el sol de la madrugada derrumba los cristales de un autobús en Cañaveral (Cáceres, 1.000 habitantes). Varios niños, con distintos grados de impotencia en sus rostros, subieron al autobús escolar como todas las mañanas de lunes a viernes. Alguien vino corriendo, la mochila rebotando en su espalda. Los autobuses van hasta la Academia de Torrejoncillo (Cáceres, 2.900 personas), donde los niños del pueblo y de otros seis pueblos reciben educación secundaria o formación profesional. En senderos y giros y vueltas, alguien podría dormir en el hombro de un colega de asiento. Otros perdieron la vista en el paisaje dorado del amanecer. Un panorama diferente del día del examen, ante una página en blanco, cada segundo de repaso cuenta.

Los alumnos fueron dejados frente al centro educativo, donde conocieron a otros chicos de diferentes puntos del norte de la provincia, así como a jóvenes de Torrejón. Cuando sonó la campana, la multitud se asignó a las distintas clases, esta vez a la música de Melendi, ya que giraban la melodía cada mañana. En las aulas donde la tecnología está en todas partes, las sillas y los escritorios comienzan a crujir. Proyectores, pizarras electrónicas, cámaras (en caso de que los estudiantes no puedan asistir a clase pero puedan hacerlo en casa), las computadoras de los maestros, tabletas en casi todos los escritorios. El IESO Torrejoncillo también tiene el croma de la grabación, como si de un anuncio de televisión o de una película se tratara; al lado, una emisora ​​de radio, un niño que vive en la misma calle que una niña que vive en una finca, y los autobuses escolares serpentean por, trayendo Ella pasó con sus compañeros de clase. Muchos de ellos terminan en la universidad, una hazaña notable en generaciones anteriores. El director José Pedro Martín, de 46 años, elogió los recursos por su «altísima calidad educativa», digital y moderna, para alumnos de cualquier procedencia. La región ha acogido su primera conferencia nacional de educación rural estas semanas.

espíritu puntero

El escenario del Instituto sintetiza las estrategias regionales de las últimas décadas a medida que la región se posiciona como líder en nuevas tecnologías para la educación pública en todos los niveles. La Junta de Extremadura lleva en el poder en el sector educativo desde 2003, y desde entonces ha desarrollado implementaciones tecnológicas para revertir la tendencia de formación autonómica, que históricamente ha estado en desventaja respecto a la media nacional, pero que se ha incrementado en los últimos años. El Ministerio de Educación dice que la comunidad está codo a codo con el País Vasco en términos de tasas de estudiantes por computadora, con 1,6 usuarios por dispositivo. Las carencias históricas de Extremadura en relación con otros territorios españoles se han compensado con ejemplos como los abandonos tempranos. En 2002 la tasa era del 38,1%, una de las más altas del país, pero en 2022 será del 10,8%, una de las más bajas de España. «Este es el logro reciente más importante de la región», se maravilló el Consejero ante la revolución. En 1981, poco antes de la firma de la Ley de Autonomía, el 42,6% de la población no tenía educación; para 2022, solo el 9,3%.

Estudiantes en el campus de Badajoz de la Universidad de Extremadura.

Fray Emilio

altas expectativas

Marisol Espejo, profesora de tecnología de Torrejoncillo de 53 años, cree que este crecimiento llevará a sus alumnos a la universidad en unos años. “Porque estas generaciones están interconectadas, sus mentes se están abriendo contra el estigma de que la vida rural ha desaparecido y ahora están ávidas de otros trabajos”, dijo la maestra, Vicenta Jiménez, de 59 años, consejera Jiménez, que da fe de la evolución desde que ella comenzó como docente: «¡Me da miedo este problema de cromaticidad! El transporte les permite seguir quedándose en casa sin tener que moverse». «¡Cómo sabes que eres de la ciudad!», le dice cuando habla con su amigo de Madrid con su acento natural, que «no afecta» su conocimiento. «Piensan que están bien educados, pero son fenómenos», dijo Kid. Para romper estas brechas y superar etiquetas, desarrollaron actividades como talleres de teatro relacionados con la pintura ya que representaban la vida de van Gogh visitados por otros escolares. El traductor del pintor holandés, cuyas orejas aún están intactas, se llama Jairo Rivero, quien explicó a los 16 que las lecciones «te dan una sensación de seguridad al hacer las cosas, e incluso improvisar si te olvidas de algo». Es una habilidad importante en las mañanas. Su compañera Alejandra Redondo agradece que “te relaja” porque eso es algo que no se puede lograr con una enseñanza más rigurosa.

Un líder en robótica

Gracias a centros como el CEIP Lope de Vega de Badajoz, con estas técnicas se simplifican las clases desde lo básico, e incluso las medallas muestran los cambios. El dibujo moderno de Lopetronic, un robot con perilla, muestra el liderazgo de la escuela en robótica y su participación en concursos internacionales, intercalados con premios en el Concurso de Villancicos de Navidad de 1994. El profesor Daniel Pérez, de 47 años, lidera el programa educativo inmersivo que mezcla modernidad frenética y arqueología antigua, ya que algunas iniciativas se han vinculado al Museo Arqueológico de Badajoz. “Permite aprender de los errores y contratiempos, aprender del ensayo y error, y en unos años veremos si hay un salto en los aprendizajes que trae la robótica”, aseguró.

Los estudiantes de primaria pueden programar y diseñar fácilmente los movimientos de robots que pueden caminar a través de cubos que simulan un hospital, hacer girar obras arqueológicas, hacer bailes avanzados, demostrar las dificultades de las personas discapacitadas o actuar como grúas. Juan Miguel García, de 50 años, director del centro, promueve «una educación interdisciplinar y transversal que toque las emociones y ayude a desarrollar habilidades sociales a través del trabajo en equipo». La clase ha terminado, muy feliz. Claudia, Sofía, Pedro, Judith o Mario resumen sus sentimientos: es ‘divertido’, les ayuda a aprender materias comunes de una forma novedosa, y lo más importante, a sus amigos de otros colegios les envidio por tener «nariz grande».

Facilitar la formación profesional y los campus.

Beatriz Muñoz, profesora de sociología de la Universidad de Extremadura, de 57 años, analiza este mundo extremeño muy diferente al que inició su padre hace décadas, el mundo que conoció Madrid cuando se trasladó a la región fue el contrario. «Los niveles educativos han cambiado mucho. Mi padre era ingeniero y vino de Madrid a un pueblito donde encontró miseria y pobreza», describió el experto, quien atribuyó esta evolución a las inversiones en educación para lograr el «cambio notable» que hay. que en 1983 casi no había mujeres en el nivel universitario, y ahora casi el 30% de las titulaciones están en manos de mujeres. “En estos 40 años, en términos sociodemográficos, el salto es llamativo, ya que Extremadura, que empezó en total desventaja, cuenta ahora con un 25,9% de mujeres con titulación universitaria, frente a la edad de 20 a 29 años. Esta proporción llegó al 37% entre 2010 y 2010”, subraya Muñoz, que pidió al mercado laboral regional adaptarse a esta formación avanzada, la forma en que Extremadura emigró sin estudiar en 1960, y los que ahora están en la región Las personas a las que formó la escuela años no lo hicieron.
Esta formación en nuevas tecnologías está diseñada para que los alumnos puedan aplicar estos conocimientos en las diferentes etapas educativas. Extremadura ha visto cómo la formación profesional (FP) ha proliferado en las preferencias de los jóvenes, con una tasa de inserción laboral del 86% en el caso de las FP duales. Las ramas más populares son Telecomunicaciones, Transporte y Vehículos o Socio-Cultura y Comunidad. Los jóvenes Enrique Aspalo y Álvaro Gallardo, de 16 y 22 años, se broncean en el taller del concesionario de Badajoz. Muchachos poniendo sus manos en las entrañas de sus autos, o discutiendo sobre cuestiones logísticas entre frases como «Aprendí volando» y la confianza para conseguir un trabajo al final del período. “Eso es lo que me gusta” o “Desde que hago la ESO lo tengo claro”, exclaman todos que ven el futuro de estas industrias como una alternativa a las universidades.
Por la nariz y los ojos se palpa la primavera del plantel de Badajoz. Huele a almendros en flor ya la comida que los estudiantes universitarios comen en las mesas al aire libre por las mañanas en clase o en la biblioteca para que se seque el aire. Con facultades en ambas provincias, la Universidad de Extremadura es la columna vertebral del desarrollo regional, avalado por datos como que solo el 4,7% de extremeños con estudios terciarios en 1981, para 2022 esta ratio es del 24,6%. Visitar el complejo y consultar a los jóvenes revela varias coincidencias. Geográficamente, diferentes orígenes: Talavera la Real, Casas de Don Pedro, Olivenza, Almendralejo, Plasencia, Guadalupe, Quintana de la Serena y Miajadas, entre otras. Segundo, sentimientos. Clara Galindo, una futura médica de 19 años, no aprecia la diferencia de preparación de los estudiantes de «Andalucía o Madrid», que incluso renuncian a sus trabajos en estos departamentos, pensando lo contrario y sorprendidos por la demanda final. Rodrigo Quintana, un estudiante de matemáticas de 18 años, admitió que quería huir a Sevilla: «No me quería quedar, pero me sorprendió y lo propuse». Nombres de María Rodríguez y María Fernández Mismos de grado: Ciencia medioambiental. El primero, de 23 años, comentó que los compañeros de la residencia universitaria habían venido a Extremadura «pensando que era un país del tercer mundo, que era su última opción», y que su percepción había cambiado con los años. “Tenían otro concepto de Extremadura”, concluyó el segundo de 21, junto a una biblioteca donde se mezclaban apuntes algebraicos con ecuaciones, humanidades o representaciones corticales. Aún queda mucho por estudiar.

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