Salón de la casa La Lázara con sillas y otros objetos. Las pinturas parecen ser de finales del siglo XIX o principios del XX.

Tres jóvenes arquitectos han elegido una de las zonas menos pobladas de España, la localidad de Zaragoza, situada junto a la laguna de Galocanta, para justificar la arquitectura rural española. Estudian sus formas, restauran su comercio e incluso reparan sus casas con sus propias manos. Todo comenzó con La obra, un palacio inacabado que el local Alberto Sánchez eligió para estudiar arquitectura en Madrid. La pieza es un vestigio varado de la historia asociada a la villa, por la que discurrió el Camino Real hasta el siglo XIX, y donde se utilizó marca la frontera aragonesa. Estas coordenadas dejaron tras de sí una rica arquitectura que hoy es víctima de la despoblación que asoló la zona.

Alberto Sánchez conspiró contra ella. Si bien su trabajo académico le aseguró una beca Fulbright, completó una maestría en conservación del patrimonio en la Universidad de Columbia y en 2017 adquirió la finca Ibáñez de Bernabé y comenzó a investigarla y restaurarla. Mientras trabajaba en su doctorado y enseñaba en Berkeley, se esforzó por compartir su experiencia en su cuenta de Instagram @casadepueblo.

Salón de la casa La Lázara con sillas y otros objetos. Las pinturas parecen ser de finales del siglo XIX o principios del XX.© Juan Milas

A través de esta red, otro joven arquitecto, Ismael Pizarro, se enteró de una casa de segunda mano en venta que adquirió en 2019, que ahora ha comenzado a recuperarse y crecer con otro edificio anexo. Comparte todo en @paisajeencontrado. En la primavera de 2021, Guillermo Bosque compró otra casa de estilo arquitectónico, @la_lazara, donde podría vivir a diferencia de la anterior.

No se conocen, pero a los tres les une la misión de restaurar la arquitectura tradicional española y difundir sus experiencias para inspirar respeto y defensa del importante patrimonio de España. Lo hacen sin prisas, afirmando tener artesanía y materiales tradicionales. Su apuesta, procedente de un pueblo de apenas 300 habitantes, es una oportunidad para la comarca, una de las menos pobladas de Europa. Un pequeño milagro en la comarca de Da Roca, contaba en su apogeo con 60.000 habitantes, 21.000 en la primera mitad del siglo XX y solo 5.500 en la actualidad.

La fachada del palacio familiar La Lázara, realizada en sillería y mampostería, estuvo muy vinculada a la villa en los siglos XVII y XVIII.La fachada del palacio familiar La Lázara, realizada en sillería y mampostería, estuvo muy vinculada a la villa en los siglos XVII y XVIII.© Juan Milas

Sánchez vive entre la segunda mano y América. Su casa goza de una ubicación privilegiada en Camino Real, con la Laguna de Galocanta en el horizonte. Tiene 1.100 metros cuadrados y está unos 25 años por delante de la tarea. Se pretende restaurar el edificio y sus enseres como muebles, libros, ropa, cerámica… La auténtica «cápsula del tiempo» se detuvo en 1965, cuando el anterior propietario se trasladó a Zaragoza. Los calendarios de cocina o los tarros dejados en la despensa lo demuestran.

Comenzó con el derribo de la estructura y pasó al rescate de los valiosos archivos encontrados en el baúl: 468 documentos del siglo XVI al XIX, que ha digitalizado durante la pandemia y registrado las actividades de sus antiguos habitantes -los notarios o los Doctor – y eventos relacionados con la Familia Real o la Guerra Revolucionaria. También dirigió a la Academia de Madrid en la restauración de dos lienzos que encontró en el granero. “La restauración es también un ejercicio de comprensión de este edificio poco estudiado y de los usos que en su día tuvo como alojamiento, hoy desaparecidos”, explica Sánchez.

Bosque, Pizarro y Sánchez en casa de Ibáñez de Bernabé.Bosque, Pizarro y Sánchez en casa de Ibáñez de Bernabé.© Juan Milas

No sabía cuándo podría establecerse, pero disfrutó aprendiendo y desarrolló un interés por los autos usados, donde las condiciones de los límites y los servicios relacionados (administrativos, de alojamiento o comerciales) favorecían una arquitectura más rica que los pueblos vecinos. La pieza presenta restos del Escorial, posiblemente un edificio custodiado por el reino de Aragón, que perdería sentido tras la unificación de los reinos.

Muy cerca se encuentra La Lázara, donde vivió Guillermo Bosque, el arquitecto de la Escuela de Barcelona. “Aquí no hay posesiones, así que me enfoqué en restaurar la casa que existió en el siglo XVI, como lo demuestran los documentos al fondo del armario.” Bosque no quiso admitir cuánto pagó. “Es menos que lo que cuesta un coche”, admite.Sus tres plantas tienen una superficie total de unos 1.000 metros cuadrados. La parte trasera se abre a un solarium tradicional donde ya se puede trabajar de forma remota. «Terminé la carrera en lo peor de la crisis y me tuve que ir a China. Ahora trabajo entre Barcelona y Zaragoza, pero quiero estar más aquí», explicó. “La pandemia ha cambiado la forma de ver la vida y este entorno es un privilegio. Hemos encontrado gente que tiene las mismas inquietudes y tenemos cierto orden”.

Sala principal de la finca Ibáñez de Bernabé, adquirida por Alberto Sánchez en 2017.Sala principal de la finca Ibáñez de Bernabé, adquirida por Alberto Sánchez en 2017.© Juan Milas

Mientras restauraban su casa, Sánchez y Bosque crearon la Asociación Fuset (anteriormente llamada Usados) @asociacionfuset por el patrimonio rural para preservar el patrimonio rural. Organizarán talleres para restaurar obras perdidas, como adoquines o cal. “Son casas de materiales elásticos y permeables, por lo que hay que tratarlas. El hormigón y sus derivados no son compatibles con ellas”, explica Bosque.

Una silueta diferente es la casa de Ismail Pizarro. El horticultor y arquitecto del Instituto Politécnico de Valencia vive en el pueblo de alquiler. «Trabajo en Patrimonio Nacional y quiero aplicar mis conocimientos a mi propia arquitectura. Queremos tener nuestra casa y un estudio de arquitectura y paisajismo para acoger a jóvenes becarios. Las ciudades alejadas de su entorno natural son un fenómeno imparable. Necesidad». Pizarro creó la Sociedad Amelanchier (@amelanchier.asociacion) para promover y difundir la protección de los paisajes y plantas autóctonas como la rosácea, de la que toma su nombre.

Así fue como un edificio tan valioso como ruinoso cobró vida en un pequeño barrio de segunda mano hambriento de nuevos vecinos.

Jarras, ollas, cántaros, tinajas de cobre y colmenas de La Moderna Apicultura en el galpón de la finca Ibáñez de Bernabé.Jarras, ollas, cántaros, tinajas de cobre y colmenas de La Moderna Apicultura en el galpón de la finca Ibáñez de Bernabé.© Juan Milas

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