El periodista Ricardo de Querol (Madrid, 54 años), subdirector de PeriodistasdeGénero, publica La gran fragmentación (Arpa), que analiza el impacto de la transformación digital en la vida cotidiana. Con casi 300 páginas, el libro, con citas de abogados, filósofos e ingenieros, demuestra las innumerables franjas y contradicciones del progreso tecnológico. …
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preguntar. En palabras de un hermoso Asimov: “Todo el mundo tiene acceso al conocimiento acumulado de la especie en forma de maestro.” ¿Por qué el odio es más rentable que el conocimiento?
respuesta. Porque existen poderosos intereses comerciales en hacer negocios con la información más tóxica. Facebook, Twitter o YouTube favorecen el contenido ofensivo de maneras que escapan a nuestro control. Saben que el contenido más polarizante atrae a más usuarios, que es una de las cosas que erosiona la democracia.
P: ¿Es Internet un espejo o una causa de polarización social? ¿Cuánto es tu propia voluntad, cuánto es el algoritmo?
R. Las causas profundas del malestar social son otras: la desigualdad, la crisis…, pero Internet es responsable del discurso del odio porque lo facilita y amplifica.
PREGUNTA: En el caso de Facebook, mencionó el asesinato de rohingya, la minoría musulmana en Myanmar, y los informes internos advirtiendo sobre la propagación de la anorexia y la bulimia, que decidieron ignorar.
R. Se ha comparado a los gigantes digitales con la industria tabacalera, que durante décadas ha adoptado una estrategia de negar sus efectos nocivos. Es bien sabido que la forma en que se manejan las redes como Instagram afecta la salud mental de los adolescentes. En el caso de Myanmar, Facebook permite contenido que pide el asesinato o la deportación de minorías étnicas y religiosas.
P. ¿Ha sido sancionado?
R. Zuckerberg se ha disculpado. Entró en una crisis de reputación de la que quería salir, como la industria tabacalera, cambiando de nombre: Facebook cambió su nombre por Meta, Philip Morris, Altria. Las empresas digitales ahora enfrentan acciones legales por monopolio, abuso de dominio, y hay movimientos para tratar de responsabilizar a algunas redes sociales por los problemas de salud de los adolescentes. Ya no son inmunes a la presión de los tribunales (principalmente de Europa y EE. UU.), los reguladores y los poderes públicos, pero aún queda mucho trabajo por hacer en los derechos digitales de los ciudadanos.
P: Pero seguimos fumando.
R. Seguimos fumando y usando las redes sociales, no debemos irnos, pero aprender a usar con responsabilidad. Nuestra atención es un gran negocio y debemos resistirnos a ser secuestrados por señuelos que a veces contienen contenido muy tóxico.
P: También promueven el fenómeno contrario: la autocensura.
R: Sí, por los linchamientos masivos. Los mensajes más intensos no siempre van dirigidos al enemigo, sino a los disidentes dentro de las propias filas. Hemos visto enfrentamientos internos entre la derecha más radical y la más moderada, y divisiones feministas en torno a las leyes transgénero o la abolición de la prostitución. En gran parte, el movimiento de ira en línea se trata de mantener las filas apretadas. Perseguir el juicio independiente. Por ejemplo, cuando una persona apunta a un reportero, moviliza seguidores en su contra, lo que es una forma de sofocar el intercambio civilizado de ideas. Los aplausos también pueden ser tóxicos, ya que muchos internautas se derrumban cuando se dan cuenta de que sus mensajes más radicales son los que tienen las mayores repercusiones.
P: Parece cualquier sesión plenaria de la Cámara. ¿Quién infectó a quién?
R. Este ambiente en la red ha contagiado a algunos políticos que desde hace tiempo se inclinan por el populismo. Donde antes se hacía política para noticias o titulares de noticias, ahora es un mensaje de dos oraciones o un video publicado en línea que es más simple y menos reflexivo. El debate se ha secado.
P: En el libro también hablas de «capitalismo de vigilancia», la apropiación constante de datos. ¿Es esto posible sin nuestra propia vanidad?
R. Se explotaron desde el principio de nuestra vanidad. Algunos pensadores dicen que las máquinas constantemente halagan a las personas y fomentan el narcisismo. Filtramos nuestros datos de forma casi gratuita y sin control: se venden en el mercado secundario para servir anuncios personalizados, o incluso a empresas comprometidas con la manipulación política, como ocurría cuando gana el Brexit o Trump.
P: Creen que nos conocen lo suficientemente bien como para publicar para nosotros después de nuestra muerte…
R. Sí. Algunas compañías te copiarán y seguirán publicando lo que harás después de que mueras, pero no creo que tengan mucha audiencia. Eso sí, la pareja o los herederos del difunto llevan muy buenas cuentas del tributo.
P. En el capítulo de la inteligencia artificial explica que si bien en un principio se pensó que sustituiría a puestos menos cualificados, ahora lo tiene menos claro.
R. Mucha gente habla de repartir con drones, no con personas, pero no está claro que sea tan interesante económicamente, y aún más divertido para los humanos envasar hamburguesas. Auditores, abogados, periodistas… No creemos que nos sustituyan los robots, pero, por ejemplo, ya hay instituciones y medios de comunicación que han recurrido a noticias generadas digitalmente sobre deportes o resultados electorales. Los trabajos con mayor riesgo de robotización no son necesariamente los trabajos menos calificados.
P: Usted dijo que hubo un debate sobre los «cyborgs» en el Parlamento Europeo…
R. Tendremos robots autónomos, sistemas de inteligencia artificial que puedan tomar decisiones. Su responsabilidad debe estar legislada y será responsabilidad de sus fabricantes, pero estamos lejos de la personalidad jurídica.
P. ¿Disminuirá el progreso de la inteligencia artificial a la inteligencia humana? ¿La tecnología nos convertirá en aprendices perpetuos?
R. Ya existen sistemas de IA que pueden decidir si te dan una hipoteca o si consigues un trabajo. Estos estándares deben ser auditables. Hemos dejado de calcular con lápiz y papel, y ciertamente no somos tan buenos en la división como lo eran nuestros abuelos, pero podemos canalizar nuestro ingenio hacia cosas más creativas. La IA obligará a la educación a tener una nueva mirada. La formación ya no será algo que ocupe unos pocos años de tu vida, sino un proceso permanente.
P: ¿Es inevitable que la gente se quede atrás?
R. Los efectos de la exclusión digital ya los estamos viviendo los adultos mayores, no los adultos mayores, porque se está liquidando la atención presencial. Por un lado, tenemos un largo camino por recorrer en la digitalización de nuestra burocracia para hacerla más eficiente, pero por otro lado, hay muchas personas que lo encuentran difícil y deshumanizante. Esta brecha social solo se hará más amplia.
P: Por favor, explique cómo las criptomonedas, nacidas como una alternativa al sistema financiero, terminaron asumiendo los peores vicios del capitalismo. Pero han capeado varias crisis.
R. Son liberales por naturaleza, casi anarcocapitalistas, pero se han convertido en puerta de entrada para los jóvenes, y sobre todo, en la forma más especulativa del capitalismo, el casino.
P: Recuerde que en el libro, el premio Nobel Paul Krugman las comparó con las hipotecas de alto riesgo.
R. Siempre ha habido gente a la que le gusta especular, el problema es que las criptomonedas están atrayendo a los jóvenes con técnicas de marketing muy agresivas, su sueño es no trabajar y solo hacer negocios financieros. Más de una moneda virtual se ha colapsado, y Bitcoin también ha sufrido un desplome, aunque la idea de que todo se va a colapsar es muy atrevida. El problema es que los costos de energía de la minería de criptomonedas se han disparado.
P: Dijiste que en Sevilla, la policía encontró una gran cantidad de criptomonedas cuando buscaban plantaciones de marihuana…
Respuesta: Efectivamente. Hay que prestar atención al consumo de energía. Todavía no son el modelo de pago actual y son difíciles de hacer porque no están garantizados por las finanzas públicas ni por bancos regulados, pero la fiebre del oro del año pasado agotó los ahorros de muchos inversores.
P. Hablas de las apps de citas como una revolución sexual, pero al mismo tiempo hablas de casos de fenómenos como el nesting, que es aislamiento. ¿La tecnología trae sus propias contradicciones?
R. En China, donde todavía se organizan muchas bodas entre familias, estas aplicaciones son una vía de escape para los jóvenes. Se estima que una de cada tres parejas en los Estados Unidos se conocen en línea. Estamos más conectados que nunca y, al mismo tiempo, es más fácil identificarse con una nueva generación. La vida en espacios públicos o incluso espacios públicos es menos común y, a veces, las personas se esconden detrás de sus pantallas diminutas.
P. El famoso cartel del bar: «No tenemos wifi, hablemos».
R. Algunos pensadores creen que vamos a un mundo solitario, pero no creen que estén solos. Conectan con personas a través de internet, videojuegos… pero son relaciones frías, muy superficiales. En internet evitamos encontrarnos con gente diferente, mientras que en la vida real te encuentras con gente de derecha, de izquierda, gay, heterosexual… esta convivencia te enriquecerá y te abrirá la mente. Uno de los grandes riesgos de la era digital que hay que afrontar: Evita el contacto con personas diferentes a ti.
P: Dedica un capítulo al periodismo y su salud de hierro. Luego de varios vaivenes, se estabilizó en el modelo de suscripción, pero explicó que también tiene sus riesgos.
R. La llegada del smartphone supone un cambio fundamental en la forma de consumir la información. Los medios tuvieron que adaptarse. El camino hacia las suscripciones es positivo, ya que respalda la lealtad de los lectores en el medio en lugar de los ingresos publicitarios que se apoderan de los gigantes digitales. Esto mantiene a los medios de alta calidad fuera de las batallas de clics que conducen a mucha frivolidad. El problema es que a los medios les cuesta mucho atraer al público joven, y pagar es como un muro para ellos. Pero la información de alta calidad no viene gratis. Cuesta dinero que los reporteros cubran lo que sucede en Turquía, Irán o Ucrania. Desacreditado entre todas las instituciones de mediación por la serie de crisis que comenzó en 2008, el periodismo está recuperando su credibilidad. En última instancia, la información de alta calidad está disponible para las redacciones grandes o pequeñas pero altamente especializadas. El modelo de suscripción brinda una solución para estos puntos de venta, pero no para muchos puntos de venta locales o regionales, que enfrentan más dificultades, como se vio en la pandemia, cuando muchos están cerrados.
P. Este libro es también un diccionario de neologismos: «desintermediación», «yo también», «vigilancia tecnológica», «clickbait», «deepfake porn», «cocoon»… ¿El balance final es positivo o negativo? ¿Hay más? ¿Palabras o más palabrotas?
R. Soy optimista. Desde el principio, la primera revolución industrial trajo el hacinamiento de las masas que trabajaban en condiciones infrahumanas. Después de décadas de demanda, se reconocieron los derechos de los trabajadores. Esta es la nueva revolución industrial, la cuarta, y está ocurriendo en muy poco tiempo. Señalé muchos aspectos de la división no causados por la tecnología sino por quienes la controlan, pero creo que estamos a las puertas de avances que mejorarán nuestras vidas, como la regeneración celular o la computación cuántica, que permitirían posibilidades casi infinitas para simulación. Hay escenarios de aplicación en casi todos los campos científicos. Por ejemplo, la era de Internet ha puesto más conocimientos en nuestros bolsillos que los que ha acumulado la biblioteca de Alejandría.
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