La mala calidad del aire causada por el tráfico y la aceleración del cambio climático han obligado a muchas ciudades a reexaminar sus modelos e implementar nuevas agendas urbanas destinadas a proteger la salud de sus ciudadanos, combatir la degradación ambiental y mitigar los efectos del calentamiento global. La Agenda Urbana Española, aprobada en 2019 siguiendo directrices de Naciones Unidas, establece 10 grandes líneas de actuación, entre las que destaca el impulso de nuevos modos de transporte para reducir la contaminación y ganar espacio para los ciudadanos. Muchas ciudades están implementando estas medidas, pero algunas de ellas encuentran una resistencia irresponsable que se presenta como una defensa demagógica de las libertades. De hecho, defienden intereses asociados con patrones nocivos para la salud que matan a miles de personas cada año.
El ejemplo más reciente es la demanda interpuesta por la entidad Barcelona Oberta, en representación de promotores turísticos y centros de negocios, contra la transformación de la calle Consell de Cent en un eje verde peatonal de la capital catalana. Esta es la primera de varias actuaciones dentro del proyecto Superilla Barcelona, que tiene como objetivo reducir el tráfico y mejorar la calidad de vida en el penalizado distrito del Eixample, la zona más contaminada de la ciudad. Muchas grandes ciudades han dado diferentes respuestas a este problema. Londres, por ejemplo, ha decidido imponer un peaje a los vehículos contaminantes. Barcelona ha elegido el modelo del Eje Verde, que también posibilita la mitigación del cambio climático. La sentencia de primera instancia obliga ahora al Consell de Cent a cancelar las obras y restablecer el tráfico rodado en la calle. Este es un claro ejemplo de la tortuosa batalla legal. El objetivo de los demandantes no es impedir el cambio mediante iniciativas que a menudo fracasan por falta de base jurídica, sino erigir obstáculos para retrasar su implementación.
En las ciudades compactas del sur de Europa, los coches ocupan más del 60% del suelo público, pero sólo pueden satisfacer las necesidades de viaje del 20% de la población. El boicot afecta también a otra importante medida encaminada a reducir el transporte privado y promover otras formas de movilidad mediante el establecimiento de una red de carriles segregados para bicicletas y patinetes. Es una forma de viajar más respetuosa con el medio ambiente ya que no provoca contaminación y es más saludable ya que favorece la actividad física. En España, varios ayuntamientos gobernados por PP y Vox han anunciado la eliminación de los carriles bici, una medida que coincide con la retórica de extrema derecha que niega el cambio climático y defiende el transporte privado.
Un tercer ejemplo de resistencia es el incumplimiento de las leyes que exigen el establecimiento de zonas de bajas emisiones en todas las ciudades con una población de más de 50.000 habitantes. La norma entra en vigor en enero. Nueve meses después, sólo 14 de los 151 municipios con obligaciones para ello tienen zonas de bajas emisiones reguladas. Los 120 restantes siguen trabajando en el proyecto y 17 ni siquiera han iniciado el proceso. Tras las últimas elecciones municipales, varios dirigentes locales del Partido Popular y de Vox expresaron su intención de retrasar o no implementar la normativa. Sin embargo, esta es una obligación legal según la Ley de Cambio Climático y el gobierno debe implementarla lo antes posible. Cuando los líderes de las ciudades no cumplen, los ciudadanos pagan el precio en su salud.