Este artículo está basado en hechos reales. Los personajes y escenas retratadas no son ficticios. Cualquier parecido con escritores, editores y demás expertos consultados, vivos o muertos, o con acontecimientos verdaderos de la industria editorial, es todo lo contrario a una coincidencia.
No sería de extrañar que en un futuro apareciera un mensaje similar en la primera página de los libros de no ficción, como sucede tan frecuentemente en películas y series como fórmula comercial para seducir al espectador. Y eso es porque la no ficción gusta y vende cada vez más. Tanto que es líder del mercado editorial. Según el último informe de la consultora GfK, ya supone un 29% de las ventas de libros. Es decir, que ha superado a la ficción, reina tradicional del negocio, y al segmento infantil/juvenil.
Su buena salud la confirman la publicación de nuevas colecciones de mini ensayos de editoriales consagradas (Anagrama, Destino, Debate…), el nacimiento de nuevos sellos -como Big Sur y Ladera Norte-, y el auge de los galardones en esta categoría en España. El último ejemplo es el premio Paidós de ensayo, anunciado este año y creado para celebrar el 80 aniversario de la editorial.
¿Por qué interesa tanto ahora la realidad contada por otros? ¿Hemos aprendido los españoles a escribir ensayos amenos y divulgativos? ¿Estamos ante una moda pasajera que se irá tan rápido como llegó? ¿O viene para quedarse como la novela, cuya muerte se anunció antes incluso de que se escribiera la primera?
Antes de intentar responder a estas preguntas conviene hacer una puntualización. El término no ficción es como mínimo vaporoso y genera cierta confusión. «Es paradójico definir un campo literario por lo que no es, como si se le reprochase una carencia», apunta Irene Vallejo, quien convirtió un ensayo en uno de los títulos más rentables en lengua española de la historia con un millón de ejemplares vendidos en 40 lenguas: El infinito en un junco (Siruela).
No es el mejor de los presagios hablar de algo que ni siquiera tiene un buen nombre. La etiqueta de la no ficción se utiliza tanto para referirse al ensayo más sesudo sobre la polarización política como para un manual de autoayuda para sobrevivir en una oficina tóxica, un true crime o un libro técnico sobre el motor de combustión.
Lo sentimos por los mecánicos: aquí nos centraremos en la parte más literaria,
«El auge del ensayo en España es significativo, porque era un mercado que casi no existía y ha venido influido paradójicamente por el boom de las plataformas y series, que han supuesto un terremoto para la ficción sustituyéndola en muchos casos», dice Sergio del Molino, autor de La España vacía (Turner), uno de los grandes hitos editoriales del ensayo del presente siglo. «Los lectores pata negra, más pertinaces, han encontrado géneros que no son fácilmente trasladables a estos códigos audiovisuales que les dan unas visiones del mundo que satisfacen su curiosidad».
El argumento de Sergio del Molino sobre la influencia de Netflix y compañía cuenta con apoyos como el del escritor estadounidense David Shields, que en su manifiesto Hambre de realidad (Círculo de Tiza) relaciona el poder de lo audiovisual no sólo con la no ficción literaria, sino con fenómenos culturales como el hip-hop y el documental. Este «hambre» descrito por Shields marca el ritmo de la cultura contemporánea. «Es posible que muchos lectores busquen saldar, a partir del consumo de narrativas de no ficción, los interrogantes y dilemas que suscita acercarse a la realidad actual», apunta al respecto Victoria García, profesora de Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires. «Esto se da en el contexto de la expansión de las tecnologías que mediatizan nuestras vidas y radicalizan la dimensión artificial de las representaciones de la realidad».
En un mundo en constante cambio en el que internet modifica los hábitos de consumo a gran velocidad, la gente necesita guías, sean espirituales, de conocimiento o para dejar de fumar. «Los libros tienen más credibilidad hoy que los medios y las redes sociales», dice Miguel Aguilar, director editorial de Debate, Taurus y Random House. «Por eso son elegidos muchas veces para entender lo que pasa en un mundo desconcertante, en el que en los últimos 15 años hemos visto crisis económicas, guerras y una pandemia mundial».
En el coronavirus puede estar la clave de un resurgir por la lectura del que se benefician todos los géneros, pero que ha sido particularmente generoso con la no ficción. «Han aumentado sus ventas», confirma Paco Goyanes, director de la librería Cálamo en Zaragoza, con 40 años de experiencia. «Para muchos el libro se convirtió en el confinamiento en un bien refugio que hoy se ha consolidado».
En ese sentido, cuenta Vallejo, ese apetito por comprender la realidad provoca lagunas que nos impiden construir una mirada amplia y una perspectiva de conjunto sobre los problemas urgentes: «Para hacer frente a esta era digital trepidante todavía confiamos en la voz sosegada del libro para filtrar, organizar e interpretar el caos de los datos».
Por eso en cualquier librería cada vez se dedican más baldas a centenares de libros que, acertada o equivocadamente, nos explican PeriodistasdeGénero. Por qué Rusia ataca Ucrania, cómo combatir la ansiedad o cuáles son los riesgos de las criptomonedas. La gente está dispuesta a consumir y pagar por respuestas, como demuestra el buen mordisco de la no ficción en el negocio literario, que el año pasado movió 1.150 millones de euros y vendió 75 millones de libros en España.
«Es paradójico definir un campo literario por lo que no es, como si se le reprochase una carencia»
Poco importa que para algunos la oferta empiece a ser excesiva e irregular. «Me desespera cuando veo esos tochos dedicados a respuestas fáciles sobre la economía, la salud mental, la masculinidad u otros temas vagos», reconoce el crítico literario Brian Dillon. «La verdadera obra de no ficción se debate siempre entre la precisión y la ambigüedad, entre los hechos y el arte. A veces se trata de contar una historia que mezcla temas y preguntas mucho más amplias. No es tarea del ensayista dar respuestas definitivas, como tampoco lo es del poeta o del escritor de ficción».
Pocos defensores de la no ficción hay tan condecorados como este irlandés, autor de Ensayismo (Anagrama), un ensayo sobre los ensayos, sobre el arte de escribirlos y el placer de leerlos. Para este experto, las posibilidades que ofrece son tantas que miran de tú a tú a la ficción. Los hay personales, críticos, polémicos, digresivos, reflexivos, aforísticos y si usted así lo considera, divertidos.
En su visión más optimista, Dillon plantea que este fenómeno de atracción ha sido provocado por lectores, editores y escritores, que como él, tienen la sensación de que la no ficción es una forma de arte en sí misma. Y para ello alude a su gran rival: «En cierto modo, el predominio de la novela en los últimos siglos es una anomalía: quizás estemos asistiendo a un retorno de la idea de que la literatura implica una pluralidad de formas y que es posible leer no ficción por su voz, estilo y perspectiva estética tanto como por su narrativa o información».
Esto no quiere decir que la ficción no siga siendo poderosa. Es el género más musculado, reconocen los editores, en cuanto a beneficios y contratos. «Libros como Sapiens de Yuval Noah Harari y El infinito en un junco son muy anecdóticos, casi fallas del sistema», dice Oriol Alcorta, director literario de Península, aludiendo a dos bestsellers mundiales del ensayo de este siglo. «Otra cosa es la no ficción comercial, especialmente en el género de autoayuda y en el del autoconocimiento, donde sí aparecen nombres que compiten de tú a tú con los superventas de ficción».
El caso más representativo de estas estrellas es la psiquiatra Marian Rojas Estapé, la autora que más libros vende en España. Su primer libro, Cómo hacer que te pasen cosas buenas (2018), lleva 40 ediciones en España y se vende en 40 países. Sucedió lo mismo con el segundo, Encuentra a tu persona vitamina, y seguramente vuelva a pasar con el reciente Recupera tu mente, reconquista tu vida. Gusta tanto que compite consigo misma por el primer puesto del ranking de ventas. Nunca se sabe quién puede convertirse en un fenómeno editorial. En Península el puesto de rey le corresponde esta temporada a Pedro Sánchez, que lidera sus ventas con Tierra firme, sus memorias políticas.
El éxito de la no ficción se debe también a su flexibilidad, como se ve claramente con el ensayo. «Muchos están hoy más cerca de la crónica que del trabajo académico, son de una lectura digamos más ligera que antes no existía», señala Goyanes. «Es un tipo de libro explotado por editoriales pequeñas y que atrae a un público nuevo».
Uno de estos sellos es Capitán Swing, especializado en el análisis de los procesos políticos y sociológicos. «Nuestros libros van asociados al consumo cultural general porque la cultura es un espejo de la sociedad. No desde un punto de vista académico, sino desde el punto de vista de los mortales», dice Blanca Cambronero, una de sus editoras.
Este tipo de libros son, en muchos casos, traducciones de bestsellers extranjeros, aunque cada vez más los catálogos cuentan con más autores españoles, lo que permite dar una visión más localista de los grandes temas. La primera opción a veces es mucho más prestigiosa, pero implica para el editor pagar, además del adelanto al autor, la traducción.
Sin embargo, esta elección presenta desafíos diferentes en función del tamaño de la editorial. A las más grandes puede salirle más barato recurrir al ensayista español al ahorrarse la traducción, mientras que las más pequeñas muchas veces se deciden por el extranjero porque no pueden asumir, por falta de medios, el nacimiento de un libro desde cero de un autor local.
Otro factor importante, aparte del pedigrí que tiene por defecto (o catetismo) el extranjero respecto al producto nacional, es el talento divulgativo del autor. En ese sentido, los anglosajones tienen una ventaja: aparte de las particularidades de su lengua, sus eminencias académicas son personajes públicos y una parte importante de sus ingresos proviene de libros y conferencias. Así que se esfuerzan en ser lo más claros posible a la hora de presentar una tesis para atraer a más público. Más pelotazos en YouTube y menos torres de marfil.
Sergio del Molino tiene su propia teoría para explicar la anomalía nacional. «Aquí ha surgido un ensayismo al margen de las universidades, que es de donde salen la mayoría de los ensayistas anglosajones, quizás porque el sistema español no permite a los eruditos y académicos brillar en este género, ya que este esfuerzo no se les computa con puntos para su plaza en la facultad». Y añade: «Algo funciona mal, porque de lo contrario es muy probable que La España vacía o El infinito en un junco hubieran sido escritos por profesores asentados en el sistema, pero no es así y yo creo que eso se debe a que carecen de los incentivos necesarios».
Es cierto que la apertura de la no ficción permite su acceso a gente al margen del ámbito académico. En ese sentido, los periodistas han sido los grandes beneficiarios. «El libro te permite hacer periodismo reposado», explica Ander Izagirre, coautor de Subcampeón (Libros del K.O.) junto al ex futbolista Zuhaitz Gurrutxaga, uno de los libros más reveladores del año por cómo trata el tema de la salud mental en el deporte. «Despliegas mejor tu trabajo, sea por extensión o por variedad de recursos, y eso es algo que agradece el lector». ¿El reportaje largo interesa? «Hay un público con ganas de leer a fondo, largo y con calma».
Si el ensayo y el periodismo anglosajón han influido tanto en el devenir de la no ficción española qué mejor que consultar a Brian Dillon para encontrar el origen del furor. «En nuestra edición la categoría de no ficción es bastante reciente y si hablamos de la no ficción creativa aún más», reconoce. «Estoy seguro que hay algo de oportunismo comercial, pero también refleja el hecho de que hay muchas obras que son difíciles de clasificar».
La clasificación, aquí está la clave final. La paradoja de la no ficción, como apuntaba anteriormente Irene Vallejo, en la que se define un campo literario por lo que no es. Esto ha acabado por convertirse en un bote salvavidas para escritores y editores, más en un mundo tan dado a las etiquetas. Todo vale. Pongamos un ejemplo: ¿La escritora francesa Annie Ernaux escribe novelas o ensayos? Tic Tac. Brian Dillon responde con sentido del humor: «Depende de si estás en París o en Londres».
«El libro te permite hacer periodismo reposado»
Exacto: depende. La no ficción se ha convertido en un campo en el que algunos lectores encuentran historias y noticias sobre PeriodistasdeGénero, mientras que otros descubren nuevas fórmulas literarias de ver PeriodistasdeGénero. Por eso entran novelistas, profesores y periodistas, pero también psicólogos, consultores. políticos. Por eso el negocio crece. ¿Hay acaso algún culpable de este tutti frutti literario? Hay que encontrarlo, aunque sólo sea para que el editor vaya a darle las gracias.
Dillon tiene un sospechoso: W.G. Sebald. Según el crítico, la enorme popularidad de este autor en Gran Bretaña durante los 90 lo cambió todo. Gracias a él se hizo más fácil publicar textos que no encajaban en autores de biografías, historia, viajes o crítica. «Resulta irónico que un escritor de ficción alemán haya sido el que animara al ensayo en inglés», dice Dillon.
En la no ficción empiezan a pasar cosas de novela. Así que busquemos certezas: centrémonos en el lector. Cada tipo de libro tiene su público, dicen los editores. «El ensayo siempre se ha considerado de un consumo muy masculino, pero todo eso ha cambiado y el interés está muy igualado por género», apunta Goyanes.
Así que volvemos al principio. Este artículo está basado en hechos reales. Los personajes y escenas retratadas no son ficticios. Cualquier parecido con escritores, editores y demás expertos consultados, vivos o muertos, o con acontecimientos verdaderos de la industria editorial es todo lo contrario a una coincidencia.
Si hay algo que no han entendido, échenle la culpa a Sebald. Los muertos publican, pero no se quejan.