Norman Foster apunta a La Habana

Lo que sigue es una historia de ensueño. El sueño se hizo añicos dos veces, ahora hay una tercera y última oportunidad. Es un proyecto audaz que hace 50 años intentó combinar arquitectura de vanguardia, educación artística y lo mejor del ballet cubano en una sola aventura. Todo empezó en 1961. La revolución de Fidel Castro acababa de triunfar y todo parecía posible, incluida la construcción de un gran complejo escolar de arte en los antiguos terrenos del club de campo, un lugar muy singular en La Habana cuyos miembros ni siquiera se daban permiso para hacerlo. Aceptado como miembro…

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Lo que sigue es una historia de ensueño. El sueño se hizo añicos dos veces, ahora hay una tercera y última oportunidad. Es un proyecto audaz que hace 50 años intentó combinar arquitectura de vanguardia, educación artística y lo mejor del ballet cubano en una sola aventura. Todo empezó en 1961. La revolución de Fidel Castro acababa de triunfar y todo parecía posible, incluida la construcción de un gran complejo escolar de arte en los antiguos terrenos del club de campo, un lugar muy singular en La Habana cuyos miembros ni siquiera se daban permiso para hacerlo. El dictador Fulgencio Batista fue admitido como miembro por ser mestizo.

Coda tiene una famosa foto del líder comunista jugando golf con el Che Guevara en un campo del elegante barrio de Cubanacán. Esta foto fue una expiación por el comportamiento grosero hacia Fidel Castro durante su visita a Estados Unidos por parte del presidente estadounidense Dwight Eisenhower, quien fue y le hizo agujeros para no recibirlo, marcando el inicio de esta historia. Después de tomar la foto, Castro preguntó a sus colaboradores sobre una empresa típica que le convendría: «Aquí construiremos la mejor escuela de arte del mundo». El proyecto fue dirigido por un profesor de arquitectura cubana en la Universidad de Caracas. encargado por el arquitecto Riccardo Polo, quien a su vez invitó a los italianos Roberto Gothardi y Vittorio Galati.

Las cinco destacadas escuelas que diseñaron todavía se consideran los mejores ejemplos de la arquitectura cubana moderna, aunque tres de ellas (la Escuela de Ballet y Música de Galati y la Escuela de Arte Dramático de Gothardi) nunca se completaron.

El motivo del cierre del proyecto en 1965 fue principalmente económico. Pero también había una ideología estética, ya que todo lo que no fuera barato y práctico empezó a estar mal visto en ese momento, especialmente si olía a arquitectura «elitista». Las tres escuelas fueron abandonadas y languidecieron durante 35 años hasta que a principios del nuevo milenio surgió un proyecto nacional para salvar los edificios. Sin embargo, el plan volvió a fracasar por falta de recursos. Y así llegamos al día de hoy, donde el bailarín cubano Carlos Acosta, una de las estrellas del Royal Ballet de Londres, intenta salvar la Escuela de Ballet Cubanacán con la ayuda del arquitecto británico Norman Foster.

Acosta dijo que ya estaba pensando en su retiro y en cómo podría contribuir a la cultura del país, por lo que decidió crear una fundación y construir un gran centro de enseñanza de arte y danza que, bajo su dirección, «será un centro entre los dos países». «puente cultural». Cuba y Cuba. Y el mundo.» «Empecé a buscar lugares en La Habana y terminé en el Old Country Club… y quedé realmente impresionado. «

“El edificio estaba en estado ruinoso y decidí intentar salvarlo y convertirlo en la sede del centro”, dijo Acosta. Para ello ha contado con la ayuda de los empresarios David Tang y Norman Foster, quienes junto a la bailarina organizarán una cena benéfica en Londres el 19 de septiembre para recaudar fondos. «El objetivo es recaudar 2,6 millones de euros para poner en marcha la primera fase del proyecto», afirmó Acosta.

Foster expresó su admiración por el proyecto de la Escuela de Arte Cubanacán y la obra diseñada por Galati. «Son una expresión importante de la búsqueda de una arquitectura que simbolizara los valores de la identidad cubana de aquella época». El arquitecto explica que su implicación en el proyecto fue «absolutamente desinteresada». Sólo para «hacer posible una iniciativa social potencialmente importante» y «salvar una obra arquitectónica de gran valor que actualmente se encuentra en ruinas y en riesgo de ser destruida».

Foster y varios miembros de su equipo ya viajaron a La Habana. Realizaron estudios de viabilidad y elaboraron los primeros diseños de una empresa compleja por diversos motivos. En primer lugar hubo que realizar una serie de obras para evitar futuras inundaciones del río Kibu, también hubo que reparar su estructura y cambiar el uso de algunas zonas, como el espacio originalmente concebido como laboratorio de danza; Se convertiría en un teatro que ofrecería espectáculos y acogería al público. También se recomienda que las aulas de enseñanza se conviertan en alojamiento para estudiantes o profesores que realicen cursos.

Justo cuando todo parecía encaminarse y el Ministerio de Cultura cubano aprobó la participación de Acosta y Foster, inesperadamente surgieron nuevos problemas. Vittorio Galati, que se había reunido previamente en La Habana con los bailarines y arquitectos responsables de las posibles reformas, escribió a Fidel y Raúl Castro expresando su oposición a los cambios propuestos y a su deseo de darle su finalidad. Escuela. «Como arquitecto de dos de las cinco escuelas, solicito la oportunidad de defender la integridad de la Escuela Nacional de las Artes de Cubanacán», escribió Galati.

Foster cree que el principio básico es que «cualquier cambio debe ser sutil y no dañar la arquitectura original». Sigue abierto a trabajar con Acosta si el proyecto avanza. «Quería pensar en positivo. Mi única intención era contribuir a salvar este patrimonio. Podría encontrar un nuevo lugar y el problema se solucionaría. Pero no», afirmó la bailarina. La tercera vez, no.

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