Esta vista de las famosas ruinas de Dresde después de ser bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial desde el Ayuntamiento, fotografiada por Richard Peter en 1945.UniversalImagesGroup (Universal Image Group a través de Getty)
Albert Speer les dijo a sus amigos que cuando Hitler examinaba los planes para sus obras masivas, siempre exigía un mayor volumen, más infraestructura metálica y más potencia.Speer estaba desesperado hasta que un día Hitler le explicó su plan: «¿Qué quiero [dijo el infame] Cuando estos edificios se conviertan en ruinas miles de años después, tendrán la misma grandeza que las ruinas de la antigua Roma». Speer idealizó esta escena en sus memorias, en las que se utiliza a sí mismo como protagonista a través de una pintura de las ruinas de Hitler. Las acuarelas, dijo, hicieron muy feliz al monstruo.
Las ruinas, como objetos de culto, tienen una doble imagen. No podemos olvidar que las palabras «ruina» y «ruina» son familiares, pero si la segunda significa «mezquino, mezquino y bajo» (RAE), la primera fue mutada durante el Renacimiento italiano, cambiándola a convertirse en un símbolo de la sublime, excluyendo el significado del diccionario de la RAE. De despectivo a un montón de escombros y cantos rodados, se convirtió en un recuerdo de la Edad de Oro.
Gracias al talento y buen estilo de Manuel Gregorio González (Ruinas. Una historia cultural, Athena Card, 2022), esta transición se hizo en los siglos XIV y XV protagonizada por la obra de los primeros humanistas y provocó una gran revolución, no por las ruinas mismas, sino porque marcó el comienzo de una nueva concepción del tiempo. En el momento en que esos restos despertaron el imaginario de una edad mayor, digna y superior, la temporalidad se dividió en períodos que comenzaron a llamarse «Edad Oscura» en lugar de «Renacimiento». Las tinieblas se crearon precisamente porque no había luz en la Edad Media, y lo que renació fue la razón, la armonía, el orden constructivo, el espacio de la perspectiva, la luz. La vida humana se divide en dos grandes ciclos, el ciclo cristiano y el ciclo neoclásico.
En una época como la nuestra, donde no hay ni puede haber ruinas, este rescate de las ruinas como símbolo (incluso hasta Hitler) es asombroso. Lo que dejamos ahora parece los restos de la ciudad de Dresde, vista desde lo alto del ayuntamiento, destruida por los bombardeos aliados. Están vigilados por una inquietante estatua de bondad de 1945 de Richard Peter. Esta es una de las muchas imágenes de este admirable libro.
La principal paradoja es que, en Roma, los monumentos (palabra que significa «momento») se levantaban independientemente del tiempo, por lo que estaba prohibido repararlos o restaurarlos. Las familias que construían algo en honor a sus hazañas tenían que gastar mucho dinero para que durara el mayor tiempo posible. Se dice que sirvientes nocturnos acuden subrepticiamente a reparar los daños. El Renacimiento italiano hizo añicos la consideración original de la temporalidad y dio a las ruinas una vida duradera que continúa hasta nuestros días. Se produjeron cambios sustanciales: no tenían nada que ver con las ruinas y las nociones románticas del Renacimiento.
Reflexionemos sobre estos cambios con Manuel Gregorio González y lo que significa vivir en una época en la que todas las ruinas, excepto las más destructivas, ya no pueden existir.
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