Los tafí, una comunidad del periodo Formativo (el equivalente al Neolítico en América), poblaron la zona andina que enlaza Argentina, Chile y Bolivia durante cerca de un milenio, hasta el año 800 de nuestra era. A más de 1.800 metros sobre el nivel del mar, entre cumbres, selvas y bosques, construyeron aldeas interconectadas, en las que ninguna vivienda sobresalía por encima de las demás. Los restos arqueológicos no muestran distinciones de clase,…
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Los tafí, una comunidad del periodo Formativo (el equivalente al Neolítico en América), poblaron la zona andina que enlaza Argentina, Chile y Bolivia durante cerca de un milenio, hasta el año 800 de nuestra era. A más de 1.800 metros sobre el nivel del mar, entre cumbres, selvas y bosques, construyeron aldeas interconectadas, en las que ninguna vivienda sobresalía por encima de las demás. Los restos arqueológicos no muestran distinciones de clase, no hay palacios, ni residencias para los responsables del culto o centros de acumulación de riqueza. Tampoco se perciben fortificaciones o dispositivos militares, con lo que cabe pensar que no mantuvieron conflictos ni guerras. En el momento histórico en el que la incipiente producción agrícola deriva en sistemas jerárquicos basados en el poder y la riqueza, los tafí constituyen “una sociedad muy estable que durante cientos de años perpetuó con éxito un modelo económico y social de igualdad”, explica Ignasi Grau, catedrático de Arqueología de la Universidad de Alicante (UA).
Vista aérea de una excavación de una unidad doméstica de los tafí.Universidad de Alicante
No se trata de un modelo poco habitual, asegura el experto. “Es un problema de estudio”, afirma, “ya que tendemos a fijarnos más en las sociedades jerárquicas, buscamos lo destacado, lo excepcional y la riqueza, pero el egoísmo no es una ley y tan normal es encontrar la igualdad como la desigualdad” en civilizaciones de todas las épocas. Grau subraya que la arqueología “tiende a estudiar sociedades en las que existen personas egoístas, con voluntad de apropiarse de la producción y sus excedentes”, un sistema que nace en el Neolítico. Pero en ese mismo momento “existieron otras trayectorias, como la de los tafí, en las que funcionaban los comportamientos colaborativos y de distribución de la riqueza”. “Mientras que en otros entornos algunas familias comienzan a controlar el excedente de comida y el desarrollo de la tecnología, y surgen las jefaturas, los reyes o las castas sacerdotales”, en lo que se considera el germen de la economía capitalista, “los tafí desarrollaron su economía sin jerarquías visibles”. Es una civilización similar a la de Teotihuacán (México), “una ciudad sin líderes, más grande que la Roma imperial, con dos enormes pirámides dedicadas a la luna y el sol, pero estructurada de forma cooperativa”.
Un equipo de arqueólogos de la UA, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de diferentes entidades científicas y académicas argentinas ha viajado al valle de la Ciénaga, en Tucumán (Argentina) para estudiar a los tafí en un programa sufragado por el Ministerio de Cultura español que comenzó en 2021. Sobre el terreno, cartografiarán las aldeas de esta civilización andina y excavarán algunas viviendas, formadas por un círculo central común alrededor del que se disponían tantas habitaciones como miembros tuviera la familia que las habitaba. “Al igual que otras culturas del Neolítico”, señala Grau, “los tafí desarrollaron una agricultura compleja, en su caso a partir de la producción de maíz o patata y de la explotación ganadera de llamas o guanacos”. Es una sociedad “que comercia con otras culturas próximas para intercambiar sus productos”, como el cebil, “una planta psicotrópica que utilizaban para sus rituales”. Vivían sin necesidad de “fortificaciones, estructuras defensivas ni murallas”.
Aplique de pipa de cerámica selvática.Universidad de Alicante
Además de los hogares, los científicos han detectado más signos de igualdad en los restos dejados por los tafí. “Cada aldea posee un túmulo ceremonial”, como el de La Ciénaga, probablemente construido entre todos los vecinos, “en el que se celebraron rituales, prácticas sociales comunitarias o festividades”. Todos juntos. “Se establece una relación de cohesión familiar, de unión, en la que realizaron trabajos para todo el pueblo, como la limpieza de acequias, por ejemplo”. De esta forma, “el sistema ayuda a que nadie sienta la necesidad de apropiarse de los bienes comunes”.
Uno de los aspectos que la expedición también va a investigar es la posibilidad de que esta igualdad tuviera en cuenta también el género. “Los tafí dan mucha importancia a las casas, que es el entorno femenino por excelencia”, manifiesta Grau, “por lo que podrían dar la misma importancia a quienes las rigen, las mujeres, que además son las encargadas de la elaboración de artesanía, que genera riqueza”. Asimismo, tratarán de discernir “si los ancestros a los que rendían culto son hombres y mujeres”. “Cuando vives en una horma igualitaria, el modelo funciona tanto en las relaciones sociales como en las interpersonales”, con lo que, a su juicio, es probable que “la figura de la mujer fuera reconocida”.