En una fotografía de 1968, doce adultos y niños —padres, hijos, tíos, primos y una abuela de luto— sonríen y posan frente a unas modestas casas bajas del barrio sevillano de La Bachillera. A Eufemia le encantaba inmortalizar el momento en que «sucedió un cambio» en su familia, recuerda su hijo, Ignacio Cruz. Ese día estaban visitando a una familia de Canarias, por lo que la señora trajo al fotógrafo Thomas Lane, quien visitaba el barrio todas las semanas para capturar momentos y retratos, y luego traía impresiones diarias para vender. “Si no fuera por Thomas… no habría cámaras, ni televisores, ni refrigeradores”, recuerda Estrella Andaluza, la actual presidenta de la Junta de Vecinos del barrio. La imagen es una de las 1.500 instantáneas recuperadas en el barrio, digitalizadas y catalogadas para construir un archivo histórico promovido por La Digitalizadora de la Memoria Colectiva, un grupo de profesionales de la imagen y el archivo dedicados a perpetuar las memorias ocultas en fotografías y videos caseros y es accesible.
Más información
“No sabemos nada de la imagen profesional de Thomas Lane. Ha resurgido a partir del testimonio de vecinos y de algunas personas”, explica Isabel Medrano, socia de La Digitizadora y vicepresidenta de la Asociación Andaluza de Archiveros. Este pequeño milagro no hubiera sido posible si los más de 300 vecinos de La Bachillera no hubieran compartido sus fotos personales (firmadas por Layne al dorso) para catalogarlos, si no hubieran contado la visita del fotógrafo a finales de los 60. «Es como un vecino extra», dijo Cruz.
Y ese no es el único recuerdo guardado en el barrio: el desfile del Mayor, el partido del equipo de fútbol del barrio -grabado en un Super 8 por un vecino-, en fin, la cotidianidad de la calle, a la vez dura y alegre de una comunidad del siglo XX que surgió de una huerta donada a la caridad por el hermano pastor de un matador. Todo ha sido digitalizado y catalogado en AtoM, un software de licencia libre para difundir colecciones de archivos a través de redes utilizadas por varias instituciones públicas.
La colaboración con La Bachillera fue la última operación de rescate de los voluntarios de La Digitizadora después de que decidieran organizarse ante los constantes llamados de ayuda de la ciudadanía. «La gente venía a nosotros con cintas Beta o VHS y nos pedía que sacáramos material de allí. Pensamos que si era un tema social, nos juntábamos y creamos una forma de salvar esta memoria colectiva», Producciones Audiovisuales Óscar Clemente, un experto en personas y procesos de participación ciudadana. Esto sucedió en septiembre de 2019 y, desde entonces, el equipo ha recuperado miles de horas de video e instantáneas de los fondos de la familia.
En todos los casos, pudieron encontrar testimonios directos de eventos en la comunidad, desde los más mundanos hasta los más trascendentales. Las historias documentadas por la activista Mireya Forel incluyen a los santiagueros organizándose en cuestión de días para ampliar los patios de las escuelas, manifestaciones contra la adhesión de España a la OTAN o los primeros pasos del feminismo en Andalucía.
Una foto de Tomás Layne representando a la familia Ignacio Cruz fue colocada en las calles de La Bachilera (Sevilla) durante un acto organizado por La Digitalizadora de la Memoria Colectiva el pasado 30 de septiembre.Antonio Pérez (DMC)
«El movimiento vecinal expresa PeriodistasdeGenero. Digitalizar el pasado puede potenciar la autoestima, la identidad y la pertenencia», explica Clemente. “Nosotros no vamos a buscar cintas, acompañamos a las asociaciones”, agregó. La misión conjunta comenzó con el vertido del primer material audiovisual en reproductores y escáneres almacenados en la sede de la entidad en el Centro Cívico del Hogar San Fernando, en salas cedidas por el Ayuntamiento de Sevilla, el Ayuntamiento de Sevilla es una de las pocas instituciones públicas que tiene una cooperación estable con la asociación.
carrera contra el tiempo
La misión de La Digitizadora es librar una batalla constante contra el tiempo. “La obsolescencia de los materiales también afecta a la cantidad de profesionales que saben reparar todos estos equipos, y cada vez hay menos”, dijo Clement. Además, cuando los voluntarios se propusieron encontrar a los protagonistas vivos restantes de estas imágenes, los entrevistaron para describir lo que vieron en las grabaciones de audio y fotografías, lo que permitió la reconstrucción del contexto. “Quien haya estado ahí tiene que hacerlo”, explicó Violeta Sarmiento, quien se define como activista audiovisual. “Te mostramos piezas. Así creamos”, añade Julia Cortegana, especialista en archivo audiovisual.
En general, Isabel Medrano divide el proceso en cuatro etapas: recepción del material, digitalización, comparación de la información con estas fuentes orales y hemerotecas, y carga del material «con los estándares propios de los archivos universitarios». “Si quieres inspirarte en la idea utópica de los archivos de los movimientos sociales, tienes que mirar el panorama general”, concluye el vicepresidente de la Asociación Andaluza de Archiveros. Toda esta información y su contexto acaba convirtiéndose en un minidocumental donde los protagonistas explican lo que recuerdan. En una, un alumno que pintaba murales en el colegio Hermanos Machado de Sevilla recordaba el galimatías protagonizado el 4 de diciembre de 1980, en el que criticaba a los señores andaluces o como los llamaba «hombres grandes».
El 30 de septiembre, La Digitizadora volvió a conducir su “cinema cart” (un proyector portátil tirado por bicicletas) por las calles de La Bachillera para presentar material catalogado. Fueron a la puerta de Antonia y Cristina, dos mujeres conocidas por ayudar a niños y adultos del barrio en los años 70 y 80. “Es muy emocionante”, concluye el productor Miguel Paredes. Se dijo que el espectáculo, que continuó al día siguiente con el siempre popular hummus, sería el último que la asociación realizaría con los residentes antes de concluir su trabajo aquí. El Tesorero de la Asociación Estrella Andaluza recibirá en los próximos días un disco duro con todos los materiales, así como instrucciones para seguir ampliando el flamante archivo comunitario. Pero la fiesta —la Digitizadora siempre da en la recta final de su obra— no será el final de la relación. “Resulta que encontramos al hijo de un tipo que pasaba la película cerca y tenía mucho de su material grabado, ¡y no ha terminado!”, exclamó Cruz con entusiasmo.
modelo reproducible
JA Cañas
El Digitalizador de Memoria Colectiva aspira a ser una pura “estación”, como explica uno de sus socios, Óscar Clemente, un lugar donde una asociación puede acudir a guardar su material audiovisual. Además, modelos replicables para Andalucía y otros puntos de España. Así, hace unas semanas, voluntarios de esta entidad organizaron un encuentro de archiveros en la sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH). Sin embargo, el mayor obstáculo al que se enfrentan las entidades en estos momentos es la falta de financiación pública estable, que nada tiene que ver con proyectos temporales. “La administración fue muy rígida y aunque mostraron interés en nuestro trabajo, no había forma de apoyar esto y nos retrasaron”, concluyó la archivera Isabel Medrano.
suscríbete para seguir leyendo
lectura ilimitada