Cada época del año tiene sus intríngulis. Al otoño y el invierno les acompañan la gripe y los resfriados. A la primavera, la famosa alergia. El verano parece dibujarse como una estación idílica, pero nada más lejos de la realidad. El estío es tiempo proclive para el desarrollo de una infección vulvovaginal, un problema que según calcula la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) aflige al 75% de las mujeres en España a lo largo de su vida.
«Afecta prácticamente a una de cada cuatro consultas de Ginecología y creemos que en Atención Primaria el problema es todavía mayor», expone María Jesús Cancelo, vicepresidenta de la SEGO y coordinadora de la primera guía clínica para el diagnóstico y tratamiento de estas infecciones.
La vulvovaginitis o infección vulvovaginal es la inflamación de la mucosa vaginal y de la piel vulvar, aunque no siempre afecta a ambas zonas de forma simultánea. Suelen presentar varios síntomas, dependiendo del tipo de infección, aunque los más comunes son el picor, ardor, dolor, eritema (enrojecimiento de la piel) y aumento de la secreción vaginal, la cual en ocasiones puede ser también maloliente y de un color diferente.
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En la práctica clínica no siempre es posible dar con las causas etiológicas ni los factores desencadenantes, aunque se considera que las alteraciones de la microbiota vaginal son el eje fundamental de la fisiopatología de las infecciones vaginales.
Un equilibro que se rompe
La flora o microbiota vaginal está compuesta por distintos tipos de bacterias y hongos que conviven en armonía y se encargan de guardar la zona frente a microorganismos patógenos. Sin embargo, en ocasiones este equilibrio se rompe y da a lugar estas molestas infecciones. «En el verano se producen condiciones que favorecen el crecimiento de algunos patógenos, por ejemplo la cándida», avisa Cancelo.
Los hongos del género Cándida suelen estar presentes de forma habitual en la flora vaginal de la mujer. Si bien, como indica la ginecóloga, el calor y la humedad de esta época del año pueden hacer que se crezcan de forma acelerada, potencial causa de vulvovaginitis candidiásica, popularmente conocida como candidiasis. Representan alrededor del 25% de todas las infecciones vulvovaginales y tiende a estar provocada por el tipo Cándida Albicans.
La ropa mojada o los bañadores mojados son otra de las condiciones veraniegas que favorecen el crecimiento de este hongo, aunque la profesional aclara que existen diversas condiciones más, como el uso de antibióticos, niveles elevados de estrógenos, enfermedades inmunodepresoras o, en el caso de sufrir diabetes, un mal control de la enfermedad.
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Son tantos los posibles desencadenantes que se calcula que a los 25 años el 50% de las mujeres habrá tenido al menos una vulvovaginitis candidiásica. Entre la población premenopáusica, el porcentaje asciende al 75%. A las altas cifras se suma el problema del que habla Cancelo: pasar por ello una vez no es eximente para desarrollarlo otra. De hecho, una revisión estima que la infección recurrente por este patógeno concierne a casi el 8% de las mujeres de todo PeriodistasdeGénero.
«Hay otras infecciones que se relacionan más con la transmisión sexual y es verdad que el verano es una época en la que puede hacer más contactos sexuales«, concede la vicepresidenta de la SEGO, haciendo alusión a otro exponente del incremento de vulvovaginitis en verano.
En concreto, la experta se refiere a la tricomoniasis, una infección de transmisión sexual (ITS) causada por un parásito llamado Trichomonas vaginalis. Históricamente, esta enfermedad ha estado asociada a países con menos recursos, pero siguiendo la estela de otras ITS ha comenzado a proliferar en naciones con más medios, como es el caso de España.
Apostar por la prevención
La vaginosis bacteriana, causada por un grupo de bacterias menos molestas que el hongo cándida, pero que pueden generar secreciones malolientes, y la vulvovaginitis no infecciosa (irritación de la vagina sin la presencia de una infección), son otros de los procesos frecuentes de este problema.
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Cada uno tiene su proceso de cura, que deberá ser pautado por un profesional, pero Cancelo apuesta por incidir más en la prevención —en la medida de lo posible— que en los tratamientos. De cara específicamente al verano, exhorta a mantener seca el área vulvovaginal tras el baño en playa o piscina y una correcta higiene íntima, dado que el cloro o la suciedad de algunas aguas de baño pueden afectar a la zona genital. Eso sí, el lavado debe ser siempre en la zona externa y con jabón neutro. No se recomiendan las duchas o lavados vaginales.
De cara a todo el año, se aconseja el uso de ropa interior de algodón y no muy ceñida, tener cuidado con el uso continuado de salvaslips, ya que no dejan liberar correctamente el calor y la humedad de la zona, y vigilar la dieta y los tóxicos, como el tabaco.
La vicepresidenta de la SEGO pone atención en una advertencia, la cual considera crucial: ir siempre a un profesional y no hacer gala del autodiagnóstico: «Hay cierta reticencia, sobre todo en las mujeres más jóvenes, de acudir al ginecólogo. En otras ocasiones, influye la demora en lograr cita, pero con la automedicación, además de no resolver el problema, podemos crear nuevos, como resistencias por utilizar tratamientos indebidos».