EL PAÍS

Hay muchas cosas que representan a Cuba. Las más importantes son la tradicional trova y la cultura del tabaco, que también son dos formas de vida. No es casualidad que en septiembre Cuba elevara el Son a patrimonio cultural nacional. Hoy en día, los lectores de Tobacco Shop se han convertido en figuras destacadas.

Hay muchas cosas que representan a Cuba. Las más importantes son la tradicional trova y la cultura del tabaco, que también son dos formas de vida. No fue casualidad que en septiembre Cuba elevara el Son a patrimonio cultural nacional. Hoy en día, los lectores de Tobacco Shop se han convertido en figuras destacadas.

El Consejo de Patrimonio Nacional de Cuba ha declarado oficialmente este hecho, reconociendo así la importancia cultural y la singularidad de esta profesión literaria, que no existe en ningún otro lugar. Ahora Cuba desea que la lectura de la tabaquería se agregue a la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.

La mesa de lectura del estanco es la tribuna de la libertad” José Martí

En todas las galerías de la fábrica de tabaco hay una tarima y sillas reservadas para los lectores, que cada día leen a los tocadores periódicos y literatura de diversa índole. Hace muchos años, cuando los periodistas visitaron la fábrica de puros de Partagás construida en 1845 y situada junto al Capitolio, comprobaron el entusiasmo de los trabajadores y la pasión de Julien Sorel y Mathilde, la hija del marqués de Larmore. , mientras lee «El rojo y el negro» de Stendhal. Han leído algunos capítulos y el tabaquero sabe todo sobre las aventuras de los personajes. Mathilde está a punto de quedarse embarazada y Julián está a punto de ascender en la pirámide social, pero varios Tocidos admiten que no pueden resistir la lentitud de los lectores: compraron la novela para saber el final.

En las fábricas de trabajo siempre se lee buena literatura, pero también astrología, recetas de cocina, manifiestos políticos, medios conservadores y liberales y las más diversas curiosidades, incluso cuando el realismo socialista se coló en Cuba por la puerta grande. Desde el principio, la elección de los materiales de lectura ha sido objeto de controversia. En la época colonial, la inercia los abrumó y buscaron imponer una tesis reflexiva sobre la historia de España. Sin embargo, en algunas fábricas donde la dirección y los sindicatos eran más abiertos, entraron las obras de Dostoievski, Hugo y Zola, y la conciencia social de los sindicatos empezó a catalizarse. También se aceptaron el Don Quijote de Cervantes o obras de Alejandro Dumas y Shakespeare, e incluso algunos de sus personajes llegaron a ser famosas vitolas, como Sancho Panza o Romeo y Julieta.

Después de escuchar tantas historias de aventuras de Dantés, nació la marca Montecristo.

En 1865, la fábrica El Fígaro de La Habana comenzó a leer en los estancos. La iniciativa fue impulsada por el político liberal Nicolás Ascarat, vinculado al líder sindical asturiano Saturnino Martínez, quien aprendió el oficio de tabaquero en Cuba y llevó la lectura a las fábricas con el objetivo de aliviar a los trabajadores de las largas y aburridas jornadas. Rodillo de puros.

Resulta que este conocimiento dejó un residuo ideológico que transformó a la industria tabacalera en un grupo valiente de individuos de mentalidad independiente. José Martí contó con el apoyo incondicional de los tabaqueros de Tampa en su lucha contra España. “La mesa de lectura de todo estanco es el alto foro de la libertad”, afirmó el héroe nacional cubano. El radicalismo llegó a tal punto que, por miedo, se censuraron libros «contaminados» y en ocasiones incluso se prohibieron los trabajos de los lectores de estancos, el primero de los cuales se basó en Lersundi y Ormachea) Capitán (1867-1869) de Francisco Lezondi Ormachea.

Un siglo y medio después, mientras los periódicos comunistas Granma y Juventud Insurreccional publicaban artículos radicales, las fábricas de tabaco de Cuba todavía leían libros comunes, entre ellos El rojo y el negro y Alejandro Du «Aventura» escritos por Maas. Al escuchar al tabaquero contar las aventuras de Edmundo Dantès, nació la historia de Montecristo, la marca de cigarros más famosa del mundo, y más.

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