¿Hacia una semana laboral de cuatro días? | opinión

Ya circulan propuestas para una semana laboral de cuatro días con tres de descanso e incluso se impulsarán con recursos públicos (10 millones de euros) en un proyecto piloto nacional. Existen diferentes fórmulas para cuatro semanas entre semana y se recomienda mencionar solo una de ellas. A través de la negociación colectiva, la jornada máxima de trabajo actual podría concentrarse en cuatro días sin cambios en los salarios, ya que la ley permite ya esta distribución, mejorando los descansos semanales. La negociación colectiva también tiene la facultad de establecer un plan semanal voluntario de cuatro días hábiles a tiempo parcial, con una reducción proporcional de los salarios. La propuesta política no hace mención a estas fórmulas, pues busca, en un horizonte lejano, leyes que reduzcan la jornada máxima legal de trabajo, actualmente calculada en base anual, a 40 horas semanales repartidas en cuatro días hábiles, o defender, en el A medio plazo, la asistencia pública a las empresas, con o sin negociación colectiva, compensaría progresivamente las diferencias salariales por jornadas laborales estructuralmente reducidas a fin de mantener el poder adquisitivo de los trabajadores.

Los argumentos en defensa de la noción de una semana de cuatro días son claramente atractivos. Se puede hacer más eficiente la gestión de los factores de producción, aumenta la productividad de las empresas sin pérdida de salario para los trabajadores, el aumento del tiempo libre semanal favorece la conciliación familiar o nuestra economía del ocio, y la distribución del paro estructural encaminada a reducir el tiempo de trabajo en productividad Este enfoque también se ve facilitado por la transformación digital, respaldada por un mayor apoyo, que sirve como antídoto contra los temores de un aumento del desempleo. El debate no es original, y vale recordar que la ley francesa de la semana laboral de 35 horas de principios de siglo fue modificada posteriormente, pero fue actualizada en un nuevo contexto. Estos precedentes parecen eliminar el pequeño vínculo entre la reducción de la semana laboral y la distribución del empleo, así como el riesgo de pérdida de salarios y aumento de las horas extraordinarias para los trabajadores, pero estos argumentos siguen vigentes hoy, articulados por el entretenimiento y la informalidad.

Más allá de posibles dudas socioeconómicas, este tipo de propuestas parece ignorar la actual normativa de jornada laboral impulsada por directivas europeas y consagrada en nuestra legislación laboral. En nuestro contexto, una vez garantizado el derecho al descanso de los trabajadores, se protege la jornada laboral y se protege su salud, unido a una buena mezcla de derechos de mediación familiar, la regulación de los turnos de trabajo para adecuar mejor las necesidades productivas del trabajador por razón del cliente y necesidades de los consumidores, generalmente empresas involucradas en procesos de producción flexibles. La sagrada flexibilidad del tiempo de trabajo ha absorbido gran parte del enfoque de este tipo de propuestas, ya que adapta la productividad a la compensación del tiempo de trabajo a través de negociaciones colectivas, departamentales o de empresa, mediante fórmulas anuales de asignación irregular, swaps y horarios flexibles, horas extraordinarias y descansos o programas voluntarios de tiempo parcial. En la mayoría de estas representaciones, los trabajadores mantienen sus salarios y obtienen descansos pagados, o incluso una semana laboral de cuatro días con productividad garantizada sobre una base salarial acordada, totalmente posible sin asistencia pública.

Además, el sistema ya contempla reducciones de jornada en determinadas ocupaciones por exigencias de salud laboral y conciliación familiar, aunque en este caso con sacrificio voluntario del salario. Por otro lado, reducir las horas de trabajo mediante la distribución de costos entre empresas y países es una herramienta importante en la respuesta a la crisis, ya que es posible experimentar esto en una pandemia, lo que hace que sea más difícil justificar completamente la asistencia pública. Si se limita a compensar los salarios de las empresas productivas.

Atraer talento de la fuerza laboral de empresas de alto valor agregado a veces se brinda a través de estos trabajos bien remunerados en turnos de cuatro días, pero eso no justifica la asistencia pública. La propuesta de una semana laboral de cuatro días ciertamente tiene interés dialéctico y atractivo mediático, pero requiere una reconsideración más sofisticada dentro de las complejidades del análisis económico y legal, y una mejor justificación de si los fondos públicos se están gastando para lo que son Propósito.

Quizá, quién sabe, en pleno siglo XXI los sistemas productivos de nuestras economías occidentales transiten hacia una semana laboral de cuatro días con tres libres, con beneficiosas consecuencias económicas y sociales. Pero esto no será fruto de una imposición legal, ni de artimañas de asistencia pública difíciles de justificar o defender, sino el resultado final de la flexibilidad, diversidad, adaptabilidad y autorregulación pactada, en todo caso, con las empresas del actual sistema. Horas de trabajo relacionadas con la productividad.

jesus lahera fortesa Es profesor de derecho laboral en la Universidad Complutense e investigador asociado de Fedea

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