La profesora universitaria y directora de Palatia Yolanda Muñoz se une a los investigadores y participantes del proyecto Moisés Camacho y Antonio de la Cruz en un palacio de Cádiz que ahora es la sede de la Agencia de las Naciones Unidas para la Educación.Juan Carlos Toro
Cecilio Zardo no es ni mucho menos el comerciante estadounidense más rico de Cádiz. Pero a principios de 1800 decoró la lujosa casa para la boda de su hijo, José María, seguro que hizo sonrojar a algunos aristócratas madrileños de la época. Más de 40 habitaciones revestidas con muebles de caoba, grandes espejos y cuadros; un hermoso comedor con platos de plata tallada y fina cristalería -aún abundaba la porcelana en esa época- y una cocina equipada incluso para dos chocolateros. Tantos detalles están lejos de ser una peculiaridad advenediza. Como recuerda el investigador Ramón Solís en su obra El Cádiz de las Cortes, los empresarios que hicieron fortuna con el marketing de Ultramar insistían en que “el lujo no es una vanidad, sino una necesidad y una costumbre aprendida”. Decenas de mansiones neoclásicas adornadas con mármol italiano, azulejos holandeses y carpintería estadounidense aún se alzan entre los ricos que desaparecieron hace más de un siglo. Han superado la crisis empresarial, pero queda por ver si sobrevivirán al saqueo de las renovaciones de hoy.
Se trata de una denuncia fundada de expertos miembros del Proyecto Palatia, un grupo de investigación creado en el seno de la Universidad de Cádiz (UCA) para desvelar todo el patrimonio que hoy en día se oculta desde dentro, básicamente Desapariciones que no están catalogadas y son en grave peligro. «Lo creamos por el evidente riesgo de pérdida y falta de valoración del Palacio Cádiz (…). No tienen ningún sistema de control dentro y no debería haber nada», concluye Yolanda Muñoz, profesora y jefa de equipo de la universidad. el equipo se integró en los grupos Hum 726 Imagen, Ciudades y Patrimonio de la UCA. Con esa premisa y poca financiación —aparte de dos premios—, Muñoz y otros tres investigadores han puesto en marcha un programa de cinco años de duración que ahora se encuentra en un momento crítico para publicar un Este libro de difusión nacional que esperan tener listo en el edificio de Cádiz los próximos meses.
Cádiz no es la única ciudad española que incorpora palacios a su tejido urbano. Es único en su origen comercial y burgués, que tuvo tal impacto en su apariencia que los distingue de los modelos clásicos de casonas andaluzas habitadas por aristócratas. Como señala Moises Camacho, uno de los investigadores del equipo, sobre la cantidad de edificaciones de este tipo, “hasta encajar en el plan urbanístico de la ciudad”. Durante el auge del esplendor comercial marítimo de la capital en los siglos XVII y XVIII, los cargadores de la India construyeron lujosas casas lo suficientemente elegantes como para recibir a los embajadores y lo suficientemente prácticas como para albergar oficinas y almacenes. Esta mezcla se produce en el escaso espacio urbano que ofrece Cádiz, por lo que el edificio tiene verticalidad, alcanzando cuatro alturas – planta baja y entreplanta para trabajo, planta principal para vivienda, planta alta y azotea para servicios – En la parte superior se encuentra una alargada torre de vigilancia que servía al comerciante para controlar la llegada de sus mercancías por mar.
Un grupo de turistas visita el palacio donde se encuentra la sede del casino de Cádiz. Investigadores de la Universidad de Cádiz utilizaron una app para documentar los bienes que componen estos palacios con el fin de difundir y conservar el patrimonio de estos monumentos.«Juan Carlos Toro»
Los comerciantes decoraban sus mansiones con portales, bordillos, columnas y pisos de mármol italiano; azulejos holandeses, balaustradas, puertas de caoba, estuco y frescos interiores. A esto se sumaron interesantes muebles así como colecciones de arte de pintura y escultura que destacaron en su época, como la de Sebastián Martínez, amigo del pintor Francisco de Goya. Martínez), de quien se dice propietario del Salvator Mundi, es atribuido a Leonardo da Vinci. Pero los muebles pronto se perdieron, se vendieron y se dividieron en «descendientes sin la chispa comercial de sus antepasados», dijo Muñoz. Con la crisis comercial del siglo XIX, las mansiones terminaron alquilándose, dividiéndose en apartamentos más pequeños (conocidos como pequeñas fiestas en Cádiz) o cerrando. En el interior, encapsuladas, estas piezas arquitectónicas han permanecido asociadas con el edificio durante más de un siglo, pero no muchos han notado su singularidad.
Según Palatia, el auge urbanístico previo a la crisis de 2008 ha supuesto un resurgimiento de la imagen de los anticuarios de demolición, especializados en desmontar suelos, vigas, puertas o barandillas de los inmuebles históricos de la ciudad para su posterior venta. Pero los investigadores creen que la situación actual es más preocupante, impulsada por decenas de promotores que construyen pequeños apartamentos para segundas residencias o alquileres, condominios u hoteles. “Estos anticuarios han despertado del alquiler turístico, las intervenciones son muy agresivas y, en ocasiones, la conservación queda al criterio del buen gusto”, explicó Muñoz.
Sebastián Martínez y Pérez, comerciante gaditano del siglo XVIII, vino a reunir una de las colecciones de arte más importantes de Europa. Su retrato fue pintado por Francisco de Goya y ahora se encuentra en la colección del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Sobre el papel -concretamente el Plan Director de Ordenación Urbana- hay 61 casas palacio, que figuran como la clase de conservación más alta, con cero. A esto hay que sumar las urbanizaciones menos protegidas parcialmente, que afectan parcialmente a zonas del edificio, como fachadas o torres de vigilancia. Todos ellos deberían ser protegidos por los comités locales de patrimonio, dependientes de los ayuntamientos y facultados por las delegaciones culturales provinciales. Pero en Palatia critican que estos bienes privados no estén catalogados, por lo que no saben qué elementos de interés esconden. “No basta con proteger la fachada, hay más elementos de identidad dentro de estas casas”, condena Antonio de la Cruz, otro investigador del proyecto.
“Antes de otorgar una licencia para reparar hay que catalogar lo que hay en él, y al terminar el trabajo verificar que esté todo lo que hay que resguardar”, concluyó Muñoz. Para facilitar esta tarea, los investigadores desarrollaron una aplicación móvil que permite a los funcionarios categorizar más rápidamente los elementos de interés de una mansión a través de 400 descriptores acompañados de fotografías. Toda la información recopilada se agrega luego a un archivo de base de datos digital vinculado a la galería de fotos creada. Los investigadores esperan que las autoridades involucradas en la conservación del patrimonio estén interesadas en obtener una patente para el sistema, ¡que fue otorgado en la competencia atrÉBT! UCA – “Para que todo el patrimonio en riesgo pueda ser utilizado y protegido”, señaló Muñoz.
Mientras los políticos recogían las margaritas antes de la propuesta, en Palatia ya trabajan para editar un monográfico sobre el palacio de Cádiz, que esperan tener en menos de un año. Combinaron este esfuerzo (y sin financiación) con visitas guiadas y divulgación en aquellas pocas casonas que hoy se pueden visitar, convertidas en espacios públicos, como la remota sede universitaria de Cádiz, el archivo provincial o el Casino de Cádiz. este deseo de ver y ser visto está en los genes de empresarios burgueses como Cecilio Zardo y sus hijos. Porque esos muebles ornamentados, la cerámica y la cristalería se han perdido en la noche de los años, al menos esas elegantes casas que Cádiz llegó a competir con la capital del reino por el lujo siguen intactas.
Suscríbete para seguir leyendo
Leer ilimitado