Recientemente revisé algunas estadísticas de delincuencia de la UE y noté que España aparece en la zona inferior entre los países más tranquilos de Europa. Una sensación cómoda… antaño de que surgieran las sospechas de que cualquiera se había desacertado en los datos, sin contar la mínima cantidad de denuncias producto de la anemia policial delante los delitos menores y la atraso en nuestro sistema de probidad. También puede ser que el país se haya civilizado lentamente. Así se deduce de la ojeada de Macarras ibéricos (Akal), el nuevo ejemplar del infatigable Iñaki Domínguez. El convexidad inicial de Domínguez, Intersecular Macarras, retrataba parte del hampa y las tribus urbanas de la hacienda, lo que impulsó al autor a una especie de celebridad mediática, status que se esperaba le permitiera ampliar su campo de obra.
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Y poco de eso hay, aunque se sienten trabas de viejas poses (hablo de ciertas obsesiones, lo confieso). Chocan con una bronca contra la Movida madrileña de (glup) Kiko Matamoros. El rodaje de la película Miedo a salir de incertidumbre se declara como pacto del PSOE. ¿Buena trastada, no? – combatir la paranoia de inseguridad que sembra la Alianza Popular de cara a la primera campaña electoral de la hacienda española; Domínguez concluye que su éxito explicaría el posterior apoyo institucional a la movida. Misericordia que se cancelen las fechas: Miedo a salir de incertidumbre se estrenó en 1980, cuando Tierno Galván ya llevaba casi un año como corregidor de Madrid. Y tomaría dos o tres abriles para que ese apoyo comunitario se materialice.
Como antropólogo de la calle, Domínguez tiene una sagacidad codiciable para soltar la idioma de sus entrevistados. Y en huella uno se siente privilegiado de estar presente en un maniobra serio: el entrevistado quiere alardear de sus hazañas, pero debe silenciar las partes desagradables, propias o ajenas. Discretamente, Iñaki no apunta a discrepancias flagrantes ni fechas nebulosas, detalles esencia para respaldar las teorías conspirativas -otro leitmotiv del libro- sobre supuestas tácticas estatales para introducir a Jaco entre sectores juveniles potencialmente revolucionarios. Una excusa manida utilizada desde los días de las Panteras Negras.
Portada del ejemplar «Macarras Ibéricas» de Iñaki Domínguez.
Buena parte del ejemplar está dedicada al llamado cine Quinqui, realizado en Madrid o Barcelona, con intención crítica (Eloy de la Iglesia) o abiertamente comercial (José Antonio de la Loma), con vertiginosas Ritmo y elaboración complicada: Los protagonistas solían ser novatos, y la obra podía pagarse con pasta y/o medicinas de calidad suficiente para evitar retrasos o deserciones entre los actores. Tampoco es que la masa del cine tenga mucho control sobre el tema. Se detalla la realización de la película maldita Percusión (1983), concebida originalmente para Miguel Ríos y finalmente protagonizada por el inglés Kevin Ayers. Se insiste en que incluye un cameo de Lou Reed haciendo de camello en una sala de billar de Madrid; esto es muy dudoso por varias razones.
¿Debe el autor, como historiador, refinar los textos? Cualquier acercamiento a estos tratos clandestinos termina en leyendas urbanas. Y lo increíble abunda aquí, aunque se trate de hechos que alguna vez fueron reflejados en la prensa. Desde los enfrentamientos al estilo película del Oeste en la pueblo almeriense de Albox, hasta aquellos indómitos falangistas que se reciclaron en implacables gorilas de las discotecas Bakaladera. Las realidades desveladas por Iñaki Domínguez merecen un mejor tratamiento editorial con fotos y un índice insignificante. Incluso a aventura de romper los esquemas de los estadísticos de la UE.
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