Pabellón del Vaticano, Bienal de Venecia.Antonio Kalani(AP)
En la tranquila isla de San Giorgio Maggiore, desde donde se puede ver la bulliciosa Piazza San Marco desde el otro lado de la laguna, se levantan del suelo 11 iglesias únicas. Hay mucha gente más acostumbrada a la lejanía de este lugar donde vivieron los monjes benedictinos – Turner o Monet lo pintaron en el Palacio Ducal – que a quienes visitan de cerca la iglesia de Andrea Palladio. En el bosque del monasterio se construyó la capilla que forma el Pabellón de la Curia durante el primer aterrizaje de la Bienal de Arquitectura de Venecia.
El Vaticano no ha olvidado que, aunque el Papa Alejandro Farnesio (Pablo III) encargó a Miguel Ángel construir la cúpula de la Basílica de San Pedro para dominar el horizonte de la ciudad, hoy muchos de nosotros lo vemos más como un Ángel mismo, no como la fe católica. Quizás por eso, para renovar la rica relación entre las iglesias y lo mejor de la arquitectura, esta presentación de la Santa Sede es a la vez un gesto de planificación urbana futura y un signo de apertura de miras. El Vaticano no sólo quiere que el trabajo del arquitecto sea inspirador y evangélico, sino que parece que le encargó que pintara un autorretrato espiritual de ellos.
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Así, después de apoyar «Cuerpos celestiales», una exposición en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York sobre la moda y la imaginación católicas, la Santa Sede reunió a arquitectos de renombre internacional (como Souto de Moura o Norman Foster) e iglesias menos conocidas diseñadas por A Venecia llegaron arquitectos de renombre, como Francesco Cellini o Carla Juaçaba. El Vaticano ha permitido que sus históricas ambiciones globales coexistan con un nuevo pluralismo. Iglesias de estilo rústico, abstracto, escultórico o mediterráneo invitan a descubrir la movilidad de la arquitectura. Muchos arquitectos sienten pasión por esta experiencia. En su interior, Norman Foster explica que intentó construir una estructura mínima que fuera mejorando con el tiempo. La española Eva Prats dijo a El País que no quería recurrir a las cruces (que cinco del grupo evitaban) sino que quería utilizar el color para orientarse en el bosque.
El resultado es una joya. Primero, gracias a la idea de su comisario, Francesco dal Co, de transformar intervenciones temporales en arquitectura útil. En segundo lugar, al dejar incertidumbre –es decir, al dar a los arquitectos libertad para definir– cómo puede ser una iglesia hoy: un espacio tragado por la naturaleza (Norman Foster), un paisaje dentro de Cross (Carla Juasaba), una ruta (Ricardo Flores y Eva Prats), santuario (Fujimori Terunobu), mausoleo (Eduardo Suto de Moura (Eduardo Souto de Moura) o un lugar donde desconectarte del mundo y centrarte en ti mismo (Smiljan Radic).
La arquitectura religiosa ha demostrado ser una de las más capaces de emprender y promover el cambio. Sin embargo, el logro del primer pabellón de la Santa Sede radica en algo más que lo construido. Tiene que ver con el lugar en el que se realizó: restaurar un jardín alejado de la vida veneciana y utilizarlo como espacio de descanso y paseo constituye un regalo para el futuro de la ciudad y el disfrute de la vida. arquitectura. .
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