Cuatro libros sobre la nueva propuesta constitucional de Chile, en La Moneda, Santiago, el martes.

Cuatro libros sobre la nueva propuesta constitucional de Chile, en La Moneda, Santiago, el martes.Cuatro libros sobre la nueva propuesta constitucional de Chile, en La Moneda, Santiago, el martes.Javier Torres (AFP)

«Ley», generalmente refiriéndose a las tres palabras de la Constitución. Los niveles jerárquicos más importantes del ordenamiento jurídico, desde la Pirámide de Kelsen hasta la descripción más simplificada, son todos consensuados como el espacio jurídico más jerárquico. Cuando la reforma constitucional, o una nueva constitución, se convierte en parte del debate político principal y de las noticias internacionales, los hechos nos dicen que los resultados que rodean el tema pueden ser contradictorios, o incluso lo contrario.

Así que puede haber algunas «leyes» que tienen poco o ningún significado constitucional y no tienen sentido. Entonces, algunos simplemente funcionan como un andamiaje formal. Cuando los talibanes tomaron el poder en Afganistán hace un año, anunciaron que implementarían la constitución de la monarquía de 1964 desde la época del rey Mohammed Zahir Shah, excepto algunas disposiciones que podrían violar la ley Sharia. Una constitución que sirve a los talibanes es solo un escenario para Occidente, mientras que en realidad rigen otras reglas.

Por otro lado, un referéndum o referéndum a través de la constitución suena como un mecanismo legítimo para la democracia y la participación. Pero ese no es siempre el caso. Todo depende de los procesos políticos y sociales en los que participa, del respeto a los derechos civiles y, en última instancia, de su aplicación. Dos ejemplos muy cercanos y paralelos ilustran la diversidad y las diferencias entre los procesos constitucionales: Túnez y Chile.

El referéndum del 25 de julio en Túnez suena similar a otro que se realizará en Chile el día 4. Pero las similitudes terminan ahí. En el caso de Túnez, el proceso compositivo está dando resultados profundamente retrógrados y autoritarios, en Chile el principal aspecto a votar no es parte del proceso de negación, sino de afirmación de derechos.

Tras la noche oscura de las revisiones constitucionales autoritarias, ambos países han realizado revisiones constitucionales.

En Túnez, la ruptura con la dictadura en el marco de la Primavera Árabe (2010-2012) se tradujo en una nueva constitución (2014). Esto deja las regulaciones autoritarias, dando paso a las regulaciones democráticas. Se han fortalecido los frenos y contrapesos del poder legislativo y del poder judicial sobre el poder ejecutivo.Reconocimiento explícito de la independencia del poder judicial y establecimiento de un Consejo Superior del Poder Judicial independiente

Como todos sabemos, en Chile, la constitución de Pinochet nunca ha sido reemplazada por otras constituciones. Sí, tiene algunos cambios parciales siguiendo los procedimientos establecidos por ella misma. The Economist estima que hay alrededor de 60 reformas constitucionales en su última edición. Está pendiente su reemplazo completo.

Hoy la diferencia entre los dos procesos ya no es sutil, sino fundamental. Mientras que el proceso en Túnez fue retrógrado, apuntando a un régimen autoritario, el proceso social y político en Chile ha elevado cualitativamente el nivel de demandas de cambio, participación y progreso.

Así, en Túnez, el 30 de junio de este año, el presidente tunecino Keith Saeed sacó de la manga un proyecto de constitución en el contexto de la intervención activa del gobierno en la independencia judicial. Concentró todos los poderes en el presidente de la república y eliminó cualquier signo de pesos y contrapesos o separación de poderes. Unas semanas después, el 25 de julio, pasó a referéndum sin mucho debate público. El ausentismo superó el 70 por ciento, y con la libertad de expresión severamente restringida y los jueces perseguidos o encarcelados, los resultados superaron las expectativas: se «aprobaron» textos presidenciales regresivos.

Como todos sabemos, el proceso de reforma de Chile ha tomado un camino completamente diferente, lo cual merece atención. En el marco del estallido de protestas y emergencia social en 2019, la Asamblea Constituyente surgida de este proceso ha sido democrática en su origen y explosión de diversas ideas y propuestas. Efectivamente, esto fue en el marco del debilitamiento de los partidos que marcaron el ritmo del país durante los últimos 30 años de Erwyn en 1990.

En este contexto, es claro que tendrá que surgir un texto que sea fundamentalmente diferente de la constitución de Pinochet o la que el presidente de Túnez sacó de un cajón. Con un fuerte componente feminista, una presencia indígena sin precedentes y un amplio debate por parte de sectores como los jueces y sus asociaciones representativas, el proyecto de Convención Constitucional tenía que ser muy diferente. En temas relacionados como los derechos de los aborígenes o la administración de justicia, es bueno.

Entre los nativos, la primera mención – ¡por fin! – Para los Pueblos Indígenas, el Sector de Población fue severamente faltado en la Constitución y las 60 reformas que se le hicieron. Sigue siendo la única constitución latinoamericana que no los menciona, y algo tan importante como el pluralismo jurídico, que desde hace décadas ha sido reconocido con acierto por las constituciones de Colombia, México o Perú. Reconocer que la multietnicidad es vista maliciosamente por algunos conservadores como un preludio de la «división» del país revela las profundidades del prejuicio («tendrán sus propios pasaportes») y la exclusión que aún prevalece. Por ejemplo, similar a la privación de derechos de las mujeres o los analfabetos en el pasado.

En cuanto al sistema de justicia, los puntos a votar en Chile el domingo contienen aspectos positivos. Su objetivo es eliminar correctamente el poder político del proceso de nombramiento de jueces de la Corte Suprema. Además, la Corte se enfoca en la administración de justicia, la promoción o reasignación de funciones ejecutivas, jueces a entidades como comités judiciales, en línea con las tendencias internacionales más sólidas e innovadoras. No es casualidad que mientras Chile lo había previsto, en Túnez el consejo de magistrados correspondiente fue disuelto por planes autoritarios.

Como resultado, la sociedad chilena se está moviendo en una dirección progresista. Aún con el «rechazo» impuesto en la votación del domingo, es claro que el texto de la época de Pinochet es cosa del pasado. Esto no durará y llevará inevitablemente al desafío de generar rutas válidas que serán contadas “tarde o temprano” con nuevos textos. Y en una situación retrógrada, como en Túnez, «tarde o temprano», «abrirán los grandes centros comerciales».

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