Interior de la casa con una mesa cruzando la fachada.

La nuez es la reina del campo. Hace primaveras, cuando los lotes no se dividían así, era este árbol el que marcaba el división. A la sombra del noguera, el bruto estaba liado para descansar. Bajo el sol de invierno, cuando el árbol pierde sus hojas, el animal asimismo descansa.

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Había un noguera en el circunscripción donde trabajaba el arquitecto Raúl Almenara, y el diseñador sabía que quería construir una roca. Quería que estuviera al costado de lo que había en la ciudad: los muros de piedra vecinos. También porque llegabas en tren, la llano parecía estar salpicada de enormes acantilados, como refugios. Almenara trabajó en esta idea. Quería molestarte un poco. También dale espacio al árbol, a sus ramas ya su sombra. que tiene

Interior de la casa con una mesa cruzando la porte.Juan cubierta

Más allá del árbol y la propiedad, los acantilados, la sombra del noguera y las piedras reclamaban una curva, el carácter orgánico de poco cambiante más allá de la permanencia de la casa. Almenara -muy acostumbrada a trabajar curvas- decidió calcularlas radicalmente. La curva de esta casa es un mordisco honesto, una salida al exógeno, así como las tres aberturas transparentes para llenarla de luz y relacionar esta idea con el división. El resto está a escalera y, al igual que los edificios vecinos, tiene una cubierta inclinada reinterpretada en blanco. Esta cubierta es a su vez un mirador. También se utiliza para tumbarse al sol.

Hacia la calle, la casa es ciega, cerrada: poco más que un tapia que no deje de respetar y preservar la privacidad. La casa se abre cerca de el noguera. También cerca de el firmamento para contemplar la incertidumbre estrellada en el campo.

Vista aérea de la ubicación de la casa.Vista aérea de la ubicación de la casa.David García Louzaou

Hay poco más en esta casa de dos dormitorios. La casa del alféizar asimismo forma bancos, contenedores y una mesa de concreto que se convierte en un bar al melodía emancipado. Eso y el radiador que separa el comedor de la zona de estar constituyen el visaje más radical de la casa, pero no el único. La chimenea es un agujero. La escalera: un montón de piedras conexo a la tapia de ladrillos revocados. Hay tragaluces que enmarcan la gran ventana. El hormigón, el yeso y el vidrio conviven con las piedras. La desnudez de las superficies contrasta con la exuberancia del pensil. Están las aperturas. Cuando la porte es cero, la contrafachada es casi un patio. Las ventanas son huecas. Y el tapia, el regalo de lo que ya fue.

Precio final según el arquitecto: 1.066 euros el medida cuadrado.

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