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Hay una pequeña editorial en Sevilla que produce libros raros, aunque no se encuentran fácilmente en las librerías. Esta apertura, que parece provenir de una historia de Washington Irving, se hace eco de la realidad de Athenaica Press, cuyos dueños prefieren que los libros se conviertan en joyas cortas en lugar de los bestsellers de peluquería. Sé que tiene autoridad porque me editaron una Venecia como nadie me la editó…

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Hay una pequeña editorial en Sevilla que produce libros raros, aunque no se encuentran fácilmente en las librerías. Esta apertura, que parece provenir de una historia de Washington Irving, se hace eco de la realidad de Athenaica Press, cuyos dueños prefieren que los libros se conviertan en joyas cortas en lugar de los bestsellers de peluquería. Sé que tiene autoridad porque me publicaron Venecia como nadie me la ha publicado.

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Pero hoy me gustaría presentarles un libro extraordinario para el gusto refinado, Giotto de John Ruskin, cuyo original data de 1860. Scrovegni en Padua, incluido un maravilloso prefacio de Andreu Jaume, me deja sin explicación. Baste saber que el conjunto Padano es una obra maestra del gótico italiano. O también podría llamarse Prerrenacentista, ya que data de 1306 y tiene una grandeza racional y serena, más propia del clasicismo renacentista que del tardocristianismo.

Cuando la Arundel Society, una sociedad científica de Londres, produjo un conjunto de aguafuertes que contenían todos los frescos giottescos, se lo encargó a Ruskin, aunque a Ruskin no le agradó mucho la colección («Los mejores resultados obtenidos mediante el esfuerzo mecánico ya no el plano de las pinturas, no los espejos de estas pinturas») sintió que era su deber interpretar cada imagen. Los resultados son deslumbrantes, hayas visitado o no este absoluto monumento. Pero si aún no lo has visitado, llévate la guía de Ruskin, no hay nada mejor y te cabe en el bolsillo.

Por supuesto, la visión del ensayista es una visión prerrafaelita, con el valor documental de una invención medieval inglesa, un rearme espiritual de urgente importancia para nosotros. Entonces, por ejemplo, le molesta que la Virgen sea representada como una matrona, no una virgen como Burne-Jones (p. 122), pero esta es una forma inmortal de presentar a la Madre de Dios. Pues la maravilla de Giotto reside precisamente en la magnífica apariencia marmórea de sus figuras sagradas y seculares, muy próximas a las esculturas de Pisanos y la conocida Atenas dórica. Las figuras muy fuertes a menudo se apoyan en una elegante arquitectura aérea, lo que proporciona un contraste apolíneo. ¡Qué compostura, qué equilibrio, qué majestuosidad! Esta es la historia del sacrificio de Jesús, antes de que fuera abrazado por el drama barroco y la delicada sensibilidad de los románticos. Este es un sacrificio más cercano a Sófocles que al sufrimiento medieval.

El texto en esa edición es interesante, pero si me estoy tomando la molestia de traerlo aquí, es porque el libro contiene todas las grandes escenas de la iglesia. La reproducción es muy buena, los colores reaccionan correctamente al original, y el conjunto me parece imbatible. Recuérdese que la mitad de los cuentos que allí pintó Giotto pertenecían a textos pseudoilustrados sobre la vida de la Virgen, textos que no aparecen en el canon bíblico, aunque una parte se encuentra en los pseudoevangelios editados por Santos Otero en Bac Read. Estamos, pues, en el mundo de la leyenda cristiana y de la novela que inspiró, ilustrada por uno de sus mayores genios.

La traducción de Victoria León es excelente.

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