Benedicto XVI y San Gregorio Magno,

Para obtener una paz efectiva en Roma e Italia, el Papa se comprometió por completo -era un verdadero pacificador- y negoció estrechamente con el rey Aguirof de Lombard. Esa negociación dio como resultado una tregua que duró unos tres años (598-601), tras los cuales, en el 603, se pudo estipular una tregua más estable. Este resultado positivo se logró, entre otras cosas, gracias al contacto paralelo del Papa con la reina Teodorinda durante este período, una princesa bávara que, a diferencia de los líderes de otros pueblos germánicos, era católica y profundamente católica. Se conservan una serie de cartas del Papa San Gregorio a la reina, en las que le expresaba su respeto y amistad. Theodorinda gradualmente logró guiar al rey al catolicismo, allanando así el camino para la paz.

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