Detalle de la fachada del centro de visitantes.

El edificio es apenas visible. Casi se podría decir que fue hecho a mano. Sin embargo, es más futurista que retrógrado. Destaca un lugar, los humedales del Mar de Wadden entre las Islas Frisias y el Mar del Norte, protegidos por la UNESCO. Reforzando su presencia horizontal y hecho a mano con materiales y técnicas locales, haciéndolo autosuficiente en energía, no solo respeta el paisaje sino que logra dejarlo hablar.

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Dorte Mandrup-Poulsen (1961) fue una arquitecta de líneas firmes y destreza. Ha proyectado en regiones árticas donde la construcción es casi imposible. Sin embargo, su sutileza en el corazón del fiordo helado de Groenlandia es tan delicada como su restauración de la Torre Beckhmann, la antigua sede danesa de la cervecería Carlsberg. Sin embargo, su plasticidad y su delicadeza formal serían hoy una hermosa máscara si el edificio junto al Wadden no fuera pasivo, es decir: autosuficiente.

Compuesto por 120 paneles fotovoltaicos y aislado con leña local y paja, el centro de recepción ofrece un lugar de recepción tranquilo y respetuoso para los visitantes que vienen a observar las más de 15.000 aves migratorias que se congregan en la orilla del agua. Por eso habla del lugar, de la historia y tradiciones que se remontan a la época vikinga y, además, de una forma de habitar que tiene en cuenta el lugar, porque actuar sin los cuidados tradicionales contribuiría a su desaparición.

Detalle de la fachada del centro de visitantes.Detalle de la fachada del centro de visitantes.adam moore

Desde el primer edificio terminado en 1998, Mandrup amplió las instalaciones integrando la arquitectura en el paisaje. Su modelo es una granja danesa. Su material, fardos de paja, actúan como decoración y aislamiento. Construir con fardos de leña es una tradición que se remonta a la era vikinga y ha sufrido pocos cambios excepto por la estilización. Táctil, cálido, textural y local, es un material que permite que las aves convivan con los edificios.

Dorte Mandrup-Poulsen ganó el concurso para ampliar el edificio existente con la idea de actualizar la tradición y limitar o evitar el mantenimiento de nuevos edificios. Construido a partir de estructuras de madera locales y revestido con balas de leña y paja sin tratar, el edificio ahora habla del pasado y apunta a su evolución. Desde que se abrió al público, el humedal ha visto un aumento del 400 por ciento en el número de visitantes, en su mayoría ornitólogos y observadores de aves. Con este proyecto, Mandrup demuestra que el progreso no borra sino que renueva tradiciones que mejoran nuestra vida. Según la investigación del arquitecto, la construcción y el diseño del edificio aparentemente hecho a mano costaron 1.600 € por metro cuadrado.

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